Sorprendió a todos, dicen que también a sus asesores, el mensaje tan contundente que brindó Xavi Hernández en su comparecencia pública, tras la victoria contra el Alavés, contra los medios de comunicación. Les señaló como parte de los males del equipo, al considerar sus críticas "exageradas" y que sólo servían para "transmitir una negatividad" que llegaba al vestuario y acababa "afectando a los jugadores".

No seré yo quien niegue el fondo de los argumentos del técnico blaugrana en su exposición, pero quizás, en las formas, debió ser más riguroso o cauto. Porque, al meter a todos en el paquete, sirvió la carnaza perfecta para que se le echaran encima sus detractores como hienas hambrientas.

Los más tibios aprovecharon para sacar a colación las 'otras' excusas del sol y de la hierba para tirar de ironía y explayarse a gusto, mientras que los más irrespetuosos ponían directamente en tela de juicio la capacidad de Xavi de darle la vuelta a esta situación.

En cualquier caso, eso es, simple y llanamente, ruido del exterior proveniente de un entorno tóxico, que lleva instalado desde hace muchos años en el FC Barcelona. Un entorno con el que has de saber convivir, aprendiendo a tragar sapos y asumir que forma parte del guion, te guste o no. Un entorno que aprovecha cualquier momento de debilidad para tirar de la hemeroteca, con el Barça de Guardiola como argumento principal, para dinamitarlo todo.

De la caverna mediática, central lechera, o madridismo sociológico, como ahora ha puesto de moda Joan Laporta, ni hablamos, porque cumple a la perfección su función de echar pestes a todo lo que huela a blaugrana y más aún si empieza a asomar la cabeza de forma irreverente.

Pero el problema que ha de ocupar y preocupar a Xavi no es el inevitable ruido exterior, del todo incontrolable, sino el interior, el que se cuece en el seno del club, el que se madura entre bastidores y que se alimenta de forma constante por parte de conspiradores. Aquí es donde Xavi debería decir basta y poner freno definitivamente.

No puede ser que, tras la derrota ante el Shakthar, varios directivos enviaran mensajes poniendo en duda el trabajo o la capacidad del entrenador, tal como desveló la periodista Laia Tudel en el programa Tot Costa de Catalunya Ràdio. Aquí es donde Xavi debería ser taxativo y no pasar ni una. Porque situaciones así debilitan al club y por ende al entrenador, al mostrar una imagen de desconcierto y desunión. El resto, lo que diga un bolao en Twitter o la opinión de alguno con ínfulas de gurú con un micrófono en la mano, debería ocuparle entre poco y nada.