En la pieza maestra del teatro del absurdo, firmada por el dramaturgo irlandés Samuel Beckett, Esperando a Godot, dos vagabundos se pasan toda la obra haciendo referencias sobre un tal Godot, al que ni conocen, pero que confían que acabe llegando tarde o temprano. Evidentemente, Godot no llega nunca, quedando como un anhelo de los protagonistas, empapados en una vida miserable, pero repleta de ternura y lucidez.

A Xavi Hernández le pasa un poco como a los dos vagabundos de la obra de Beckett: sigue esperando con anhelo e incertidumbre el regreso de Pedri. En su caso, conoce perfectamente al protagonista de sus deseos y todo apunta que acabará haciendo acto de presencia. El problema con Pedri, más que cuándo volverá, que también, está en que siempre deja tirada a su parroquia durante unos meses cada año. Y, claro, el olor a chamusquina empieza a ser más fuerte que el del incienso.

Con Pedri hace tiempo que el club anda más que desconcertado. Es cierto que las lesiones son multifactoriales y que difícilmente se puede encontrar una sola razón para explicar por qué un jugador se lesiona más o menos, pero también es verdad que la reincidencia sistemática, en un jugador tan joven, obliga a hacer una profunda reflexión.

Desde el Barcelona se han tomado una serie de medidas que parecen no acabar de dar resultados con el canario. Ni el trabajo de prevención, ni el control de la dieta, ni la dosificación de cargas, ni el trabajo en gimnasio han erradicado la maldición que arrastra desde que fichó por el Barcelona. Y es que desde aquella temporada, con Ronald Koeman al frente, que lo jugó prácticamente todo, incluido Mundial y Olimpiadas, que el chaval no levanta cabeza, recayendo de una manera tan cruel como sorprendente.

Su talón de Aquiles es el recto anterior del muslo derecho. Un músculo de tratamiento complicado, pero que en principio no requiere la intervención quirúrgica. En los dos últimos años, con Xavi en el banquillo, ha estado más de cinco meses en el dique seco. Una ausencia que obligó a Xavi a quemar todas las naves en busca de un centrocampista ofensivo que pudiera tapar las miserias de Pedri.

Su nombre era Bernardo Silva. Pero ya se sabe que el City es un mal compañero de viaje a la hora de las negociaciones, por lo que finalmente se apostó por otro centrocampista del City que acababa contrato el pasado verano, Ilkay Gündogan. Y lo cierto es que la llegada del alemán ha sido una bendición para el equipo: puestos a imaginar uno se hace cruces del mediocampo que hubiera tenido que alinear Xavi, ante el Shakthar, si no hubiera llegado Gundo a la vida de los culés.

A Pedri, que ya es baja segura para el Clásico, ya nadie se atreve a poner un día y hora de su regreso. “Las sensaciones marcarán su disponibilidad”, es el mantra que utiliza el vestuario cuando se pregunta por el internacional. Y las sensaciones parecen que no son del todo buenas. Según parece, el miedo a una nueva recaída le está bloqueando mentalmente. Una situación, sin duda, que empieza a tener visos de acabar en las manos de un psicólogo. Que Ferran le recomiende el suyo, porque en su caso ha pasado de ser sanguijuela a tiburón en menos de seis meses.

Y un consejo para Pedri, si me lo permite. Que no se duerma en los laureles, que en el fútbol del élite, quien no corre, vuela, y ahora mismo hay uno que tiene pinta a halcón peregrino…