Vaya por delante que lo que leerán a continuación jamás ocurrirá. Son delirios de un periodista trastornado, que reconoce que no hay nada ni nadie que le tosa al exquisito término acuñado la semana pasada por el presidente Laporta. El “madridismo sociológico”. El mandamás del Barça se envolvió en la bandera y culpó al madridismo sociológico de instrumentalizar el caso Negreira para atacar a los culés.

La chapuza Negreira es, como poco, una inmoralidad del club sustentada durante años. Sería honesto que usted, aficionado del Barça, se preguntara: ¿qué diría yo si en lugar del Barça, fuese el Madrid el que hubiese pagado al segundo de los árbitros tanto dinero y durante tanto tiempo? Pero más allá de Negreira, el madridismo sociológico existe e impregna el día a día del deporte en España.

Basta con poner la vista en el Mundial que se organizará en 2030. La Madrid mediática da por hecho que la final será en el Bernabéu y se regodean cuando alguien pide que el certamen lo acoja Barcelona, que tendrá el estadio más moderno y con mayor capacidad del Estado por aquel entonces. La selección es una muestra más de madridismo (o “madrileñismo”) sociológico. Los mundiales de La Roja se ganaron con ocho jugadores (2010) y nueve jugadoras (2023) del Barça en cada equipo.

La celebración fue en Madrid y a nadie se le ocurrió organizar nada en la ciudad condal. La Liga está en Madrid, la Federación Española está en Madrid, el CSD está en Madrid, los comités están en Madrid y no protestes porque ya lo dijo Ayuso: “¿Qué es Madrid si no es España?”. Nadie pone en solfa en la meseta a Luis Cazorla, vocal del Comité de Apelación de quien se publicaron reiterativos tuits declarándose un ferviente socio madridista. Incluso llegó a publicar una radiografía de tórax en la que se ven unos pulmones negros y un corazón blanco con corona y escudo real.

Nadie ha hecho un debate sobre el futuro de Cazorla en el Comité de Apelación. Desde Barcelona se le ha requerido una explicación, no la ha dado y nadie se la ha exigido. Ya pasará el chaparrón. El debate arbitral estalla de verdad cuando el Madrid se siente perjudicado. Horas y horas hablando de un posible penalti a Vinicius y nadie recuerda que al Barça ya le han escamoteado cuatro puntos por acciones decisivas en las 10 primeras jornadas. Una mano inexistente de Gavi sirvió para anular el gol de la victoria azulgrana en Getafe, y un fuera de juego alucinante de Ferran Torres privó al Barça de sumar tres puntos ante el Granada.

Es por ello que traigo una serie de propuestas para combatir, de ahora en adelante, el madridismo sociológico. La primera: no cabe ninguna duda que la final del Mundial de 2030 debe jugarse en el Camp Nou, a poder ser con Xavi Hernández y Pep Guardiola como embajadores. Si bien la Federación puede quedarse en Las Rozas, los órganos de disciplina deportiva podrían ser trasladados a Catalunya.

El Comité de Competición estaría dirigido por el vicedecano de derecho de la Universitat Autónoma de Barcelona. Por su parte, el Comité de Apelación sería capitaneado por un Doctor Catedrático en derecho penal de la Universitat de Vic. El Comité de Integridad estaría liderado por Abel Caballero, alcalde de Vigo, y el de Ética por Sor Lucía Caram.

La Liga puede seguir en la calle Torrelaguna, pero en caso de sentencia positiva del Tribunal de Luxemburgo en el asunto de la Superliga, la sede de la nueva competición debería estar radicada en Barcelona y nombrar presidente a Mateu Alemany. El candidato del Barça a la Federación, publicitado como “hombre de consenso” en los grandes medios, podría ser Xavier Estrada Fernández.

El presidente de AFE pasaría a ser Jofre Mateu y el director deportivo de la selección femenina Markel Zubizarreta. ¿Qué diría el madridismo de estos cambios? Ya se lo digo yo: ¡ni hablar del peluquín! Ahora hagan un ejercicio: miren quién manda actualmente en todos los cargos anteriormente mencionados y busquen las diferencias con los nombres propuestos. Tengan por seguro que todos las posiciones que acabo de repartir son las calcomanías catalanas de los que mandan en Madrid a día de hoy. Precisamente eso es el madridismo sociológico.