Desde que el mítico Johan Cruyff acuñara la palabra entorno mucho se ha escrito respecto a este término, que viene a aglutinar a todo lo que se mueve, tanto dentro como fuera del club. Un entorno intangible y visceral, que nadie abandera pero que todos forman parte, dividido por los ismos desde tiempo inmemorial, cruel y cínico, capaz de triturar leyendas como si fuesen chinches, con mucha o poca memoria, según la conveniencia, donde caben todo tipo de intereses y se cruzan tanto doctos en el mundo futbolístico como aventajados que lo más redondo que han visto en su vida es una naranja.
En este ecosistema tan complejo se mueve Xavi Hernández. Evidentemente, para el de Terrassa no es nada nuevo: llevar 18 años en el club antes de ponerse los galones de entrenador dan para conocer muy bien a la gente que mueve los hilos y a los que creen que los mueven. Sin embargo, este enorme bagaje -mayor que el baúl de los recuerdos de Concha Piquer- no es óbice para que el entrenador a veces se sorprenda ante las ‘ocurrentes’ salidas del entorno. La última ha sido la forma en valorar los resultados ante el Oporto y el Granada. Y es que si en el primero se quejaba porque el juego del equipo había sido muy deficiente, pese a obtener un importante triunfo en do Dragao, en el segundo, se cambiaba el orden de los factores, lamentando el empate en tierras nazaríes, pese a que en la segunda parte se completó un partido más que satisfactorio.
Así es el entorno: nunca pierde. Si se gana y no se juega bien, pues palos, si se empata y se juega de forma más que digna, pues palos también. El vaso siempre está medio vacío, restando los méritos a palazos. Que el equipo sea el único invicto en la Liga española se aparca y ningunea, para dejar paso automáticamente a la clasificación, donde el Barcelona ocupa la tercera plaza, a tres puntos del Real Madrid.
Es evidente que este entorno, a los que muchos apostillan ya sin tapujos como tóxico, ayuda más bien poco a la estabilidad. Capaz de encumbrar a ídolos de pie de barro y hundir a personas honestas y profesionales, son los primeros en rasgarse las vestiduras y los últimos en reconocer los errores propios. Son los mismos que dudaron de Xavi por su inexperiencia en el fútbol de élite, los mismos que exigían el fichaje de Neymar, los que ‘retiraron’ a Lewandowski, los que detestaban a Sergio Busquets…
Eso sí, el entorno es tan voluble como manipulable. Capaz de vomitar contra todo y todos para minutos después elogiar las más enormes veleidades. Ahora se mueve por aguas movedizas, le falta sólo un empujón para lanzar ya toda la artillería -a la espera seguramente del resultado del Clásico- o en cambio adornar el vestuario con claveles y guirnaldas.
Sea como fuere, poco se le ha de enseñar cómo funciona la cosa a Xavi Hernández. Puede que aún le sorprendan algunas salidas de tono de algunos, pero en líneas generales tiene a todos bien etiquetados y clasificados…