Desconozco quién fue la persona que le atribuyó el apodo de tiburón a Ferran Torres, pero lo cierto es que las redes sociales empezaron a dar pábulo al 'nombrecito' hasta viralizarlo de tal forma que el propio jugador se lo atribuyó, no sin cierta sorna.

En principio, el apodo de marras hacía referencia a la capacidad de resiliencia del de Foios, que pese a estar prácticamente desahuciado en el curso pasado, teniendo incluso que pasar consulta con un psicólogo ante la posibilidad de caer en una depresión, supo revertir la situación, negándose a marchar del club y prometiendo a Xavi, en la pretemporada, que estaba convencido que iba a triunfar en el Barcelona.

Tanta vehemencia convenció al entrenador, que decidió quitar su cromo de la lista de transferibles. Y los primeros pasos del ‘renacido’ Ferran no pudieron ser más satisfactorios, rindiendo cada partido que salía, marcando goles y no haciendo ningún reproche ni mal gesto, pese a los pocos minutos que participaba.

Sin embargo, cuando al tiburón le llegó la hora de demostrar que tenía los dientes afilados y la mandíbula potente, se dejó arrastrar por la corriente. Ante el Mallorca, tenía la oportunidad de aparcar definitivamente los fantasmas y dar un golpe en la mesa. Sustituía en el once titular al ‘intocable’ Robert Lewandowski: su misión era jugar de 9, ofrecerse de espaldas para dar continuidad en el juego y evidentemente chutar a barraca. Pues bien, no hizo ninguna de las tres cosas. Ni acabó jugando de delantero centro porque dejaba la referencia en muchas ocasiones, ni le llegaron balones para dar fluidez al juego y ya no digamos lo de chutar a puerta, donde apenas se presentó.

Sólo se le recuerda una acción de mérito en todo el partido: una asistencia al primer toque a Raphinha, en los últimos minutos de la primera parte, que dejó al brasileño solo ante el portero rival, pero que desgraciadamente acabó enviando el balón a la estratosfera.

Evidentemente, no sería de recibo sentenciar al ex del City por su irregular partido. Su aptitud y actitud en el campo siguen siendo su mejor carta de presentación, pero sí que haríamos bien entre todos de frenar las expectativas, no sea que el tiburón se acabe convirtiendo en una sardinita.

A los que de verdad busquen un tiburón en un deporte, que se vayan a Mazarrón, allí encontrarán un auténtico escualo con hechuras de tiburón blanco. Su nombre: Pedro Acosta. Este año ha ganado seis carreras en Moto 2 y va directo a llevarse el campeonato de calle. Este tiburón sí que muerde cuando huele sangre…