El gol, o goal como lo gritarían los británicos, de Olga Carmona que dio el triunfo a España en la final del Mundial femenino contra Inglaterra, no solo ha significado la gloria o entrar en la leyenda para el fútbol femenino español. Ha representado algo más. Está camino de significar el final del presidente de la federación española, Luis Rubiales. No fue un autogol, fue un golazo por toda la escuadra.

Rubiales podía haber izado una camiseta de España en la que se leyera “Fuerza Canarias o Fuerza Tenerife”, como hizo Pedri tras marcar el primer gol contra el Cádiz el pasado domingo. Podía haberse arrodillado en señal de pleitesía ante todas las jugadoras que lo acababan de poner en la historia del fútbol como el presidente con el que el fútbol femenino español conquistó el mundo. Podía haber besado en la boca a Vilda, el seleccionador que en un momento de este proceso victorioso tuvo a muchas jugadoras en su contra y prácticamente pidiendo su cabeza.

La imagen entonces hubiera servido para recordar el beso de Leonid Brezhnev a Erich Honecker en la celebración de los 30 años de la RDA, en pleno muro de Berlín. O el de Cannigia con Maradona tras un triunfo de Boca sobre River, o el de Stoichkov y Koeman en la celebración triunfal del Barça por la primera Copa de Europa. O el de Neville con Scholes después de una victoria del ManU sobre el ManCity en el 2010.

Rubiales eligió la peor jugada. Un chulo como él, que se ha creído por encima del bien y el mal, podía haber decidido ver la final del Mundial con los aficionados más radicales, vestido de hooligan inglés y así enseñar sus partes desde un lugar lejos del palco de autoridades, apartado de los protocolos y de los focos de las cámaras. No. “Me la suda todo”, debió decir. Y se fue a por todas. “Enseño mis cojones y beso a la jugadora que me venga en gana”. En ese momento no le importó la factura. Total pagaba España.

Rubiales nunca calculó lo que estaba haciendo. Y posiblemente ni le importaba que lo que hacía lo ponía con la soga al cuello. “Soy la verga”, que  dicen en mi tierra barranquillera. Todo lo que hizo no tiene por donde agarrarlo. Empañó el mayor triunfo del fútbol femenino con una actuación impropia de un alto dirigente. No merece seguir en el puesto. El goal de Olga lo mató.