Vengo de pasar unos días en París, donde he podido constatar el efecto Lucho en la capital gala. A expensas del mercado veraniego, el PSG tiene claro que, este año, su gran fichaje es el técnico asturiano. De este modo, Nasser Al-Khelaïfi no apostará por grandes estrellas mediáticas que provoquen largas colas para comprar una camiseta, sino por un sello fuerte en el banquillo que imprima el carácter que los anteriores no han sabido hacer.
La apuesta se hace en medio de un entorno frustrado y con grandes dudas. De entrada, los parisinos están hartos de los desastres europeos que se han ido sumando en los últimos años. Por el otro lado, tenían la esperanza de tener un técnico galo, de la talla de Didier Deschamps, que no ha llegado. Además, los franceses son muy suyos. Más allá de la buena fama de Deschamps, el fútbol francés tiene un alto predominio de técnicos de su propio país y la entrada de extranjeros no siempre es aplaudida.
En este sentido, se mezcla otro aspecto: los franceses no saben exportar el talento de los entrenadores más allá de sus fronteras, como sí lo hacen sus jugadores. El mismo Ariedo Braida, muy conocido en el Barcelona como asesor, recuerda que hay escuelas y generaciones de técnicos españoles, italianos o ingleses. Pero no pasa lo mismo con los franceses. Por otro lado, la Ligue 1 no está bien valorada y tampoco suscita un gran interés para los que vienen de fuera.
Con Luis Enrique, Francia tendrá el récord de entrenadores españoles en su máxima categoría. Este se suma a Marcelino García en el Marsella y Carles Martínez en el Toulouse. El reto que tiene por delante Lucho no es tan grande, solamente superar los ridículos en Champions. Ni tan siquiera ganar la máxima competición europea.
De momento, según me informan, el club ha cerrado filas con la comunicación, también por deseo del propio asturiano. Habrá más hermetismo en la actualidad del día a día y, para evitar los clásicos enfrentamientos con la prensa, se dará "menos juego" al tú a tú entre periodistas. De momento, nadie lo critica.
Pero debemos recordar que la prensa francesa, en el aspecto deportivo, tiene más reconocimiento y respeto que la española. Y, según como vaya todo, veremos quién gana el pulso. No me imagino a un periodista de L'Équipe recibiendo algún improperio y que la situación no pase de la mera anécdota. De momento, calma en París. El famoso wait and see es la filosofía que están practicando antes de empezar la acción.