El aterrizaje de Leo Messi en el FC Barcelona mantiene en vilo a todo el barcelonismo. La posible llegada del crack argentino, prácticamente como si fuera un hijo pródigo, ilusiona a una afición huérfana últimamente de motivos, ante el vendaval de problemas deportivos y extradeportivos que se acumulan en el cajón de sastre de la entidad catalana.
Lo cierto es que Messi es ahora mismo una de las balizas donde se agarran muchos seguidores para soñar con devolver al equipo las glorias pasadas, emulando lo que hizo Michael Jordan con los Chicago Bulls, en aquel mítico The last dance, repetido estos días hasta la saciedad.
Evidentemente, el regreso del mejor jugador del mundo a su casa implica movilizar todos los estamentos del club y a todos los niveles. Para empezar, desde el mismo sillón presidencial, donde Joan Laporta tendrá que entonar el mea culpa y bajarse del pedestal para pedir perdón a Messi. El adiós del jugador fue tan caótico como traumático, con insultos y amenazas por parte de las dos partes, por lo que parece imposible que se certifique el regreso del argentino sin que Laporta haga un ejercicio de autoflagelación, ya veremos si pública o no.
Después está el problema del fair play y la masa salarial. Con el club atado de pies y manos, y con la obligación de rebajar 200 millones en las nóminas de los jugadores, se necesitará mucha voluntad e imaginación para poner las cosas en orden. Y no sólo por parte del propio Messi, que tendría que jugar prácticamente con la calderilla que cobra en el PSG, sino por sus compañeros, que, para hacerle un hueco, tendrían que renunciar a muchos millones.
También tendría que solucionarse algún que otro resquicio de conflicto que se generó en la última temporada de Messi en el vestuario, sobre todo con el ahora capitán Marc-André Ter Stegen, con el que tuvo más de un rifirrafe en sus últimos meses como blaugrana. Si bien, es cierto que ambos le han restado importancia y parece que se trataría de un problema de corto recorrido.
Pero, aunque parezca que se trata de un tema menor, hay otro asunto que genera alguna que otra discrepancia en el seno del club. Y es que la llegada de Leo implica el aterrizaje de una cohorte de personas que viven a su alrededor, entre ellos, su mano derecha Pepe Costa. Aquí el club ve muy difícil encaje, sobre todo porque las funciones que ejercía en el Barcelona ya las está haciendo, y con muy buena nota, el ex campeón olímpico de taekwondo, Joel González.
Los técnicos valoran, y mucho, el papel de este profesional, que ejerce de encargado de la oficina de la atención del jugador, por lo que en ningún caso se plantea su salida si regresa Pepe Costa, y aún menos la posibilidad de una duplicidad de cargos. Tampoco se ve claro que el ayudante de Leo pise el vestuario, ya que sería un trato demasiado diferencial, y en el club tampoco se contempla que entre a formar parte de la nómina de trabajadores --y aún menos ahora-, teniendo en cuenta que se está barajando una importante reducción de personal--, por lo que en principio sería Messi quién tendría que hacerse cargo de sus honorarios.
El problema de encaje de la mano derecha de Leo es de tal calado que hasta circula un chascarrilo en los pasillos del club desde hace unas semanas: "¿Y qué hacemos con Pepe Costa?". Posiblemente no tardaremos mucho tiempo en averiguarlo…