Desde el club se empezó a filtrar, antes del partido ante el United, la posibilidad de que el próximo martes se anunciara oficialmente la renovación de Sergi Roberto. Todo quedaba pendiente, aseguraban esos portavoces oficiosos, de que el Barcelona tuviera una jornada plácida en Almería y así poder publicitar la continuidad de uno de los capitanes sin muchos fastos ni tampoco ruido mediático: un comunicado, una foto de la firma con el presidente y se cierra el asunto.
Sin embargo, la derrota en Almería podría hacer variar la hoja de ruta para evitar que una renovación de un jugador de clase media se convierta en un arma arrojadiza contra el club y sus dirigentes. Y es que el bueno de Sergi Roberto, un jugador de actitud intachable dentro del vestuario y profesional como la copa de un pino, cuajó el domingo uno de sus peores partidos como blaugrana: no sólo no dio una a derechas, sino que en ningún momento transmitió seguridad en su banda, demostrando que el Barcelona se le está empezando a quedar muy grande.
De ahí que, ahora mismo, anunciar su renovación por un año más, con opción de otro según su rendimiento, podría ser del todo contraproducente. Se le podría girar en contra tanto al club -pocos entenderían que Sergi Roberto tenga un sitio en la plantilla la próxima temporada tras su lamentable partido en Almería-, como para el propio jugador, que viviría una renovación triste y fría, en uno de los momentos más comprometidos de la temporada, y con el Clásico en la Copa a la vuelta de la esquina.
Está claro que lo mejor sería aplazar unas semanas su renovación, a la espera que el viento sople a favor, con el equipo instalado de nuevo en las victorias y con la plantilla rozando con los dedos los títulos de la Liga y la Copa. Hasta entonces, que guarden en un cajón la foto y los documentos con la firma, para evitar que el anuncio de una renovación sea acogida por la afición como una pésima noticia.
Y es que Sergi Roberto es de esos jugadores que no molesta nunca al entrenador, que puede que hagan piña dentro del vestuario y que sea una bendición para la adaptación de los recién llegados, pero es evidente que en el campo no levanta ninguna pasión en las gradas. Jugadores así están en todas las plantillas del mundo, pero en las tops suelen parecer más un capricho del técnico que una necesidad real del equipo.