Querían tenerlo cerrado en enero, pero ahora el objetivo es firmarlo antes del 31 de marzo. El crédito de Goldman Sachs es el verdadero quebradero de cabeza de un FC Barcelona al que, como de costumbre, le crecen los enanos. Mientras los medios nacionales se empeñan en hablar del supuesto escándalo arbitral que comportaron las facturas de Enríquez Negreira, insinuando que el Barça ha podido recibir ayudas arbitrales entre 1999 y 2018, pierde fuerza informativa el verdadero asunto que puede complicar la viabilidad del club: las obras del Espai Barça.
¿Cómo se devolverá el dinero prestado? ¿Qué garantías exigen realmente Goldman Sachs y los demás inversores a cambio de prestar su dinero? ¿Por qué se mete JP Morgan, financiero del nuevo Bernabéu, a última hora en la operación? Hay numerosas preguntas por responder que inducen a pensar lo que algunos temen y la mayoría parece obviar: el Barça está cada vez más cerca de ser una Sociedad Anónima que acabará en manos de un gran inversor, magnate o jeque árabe. Algunas voces autorizadas aseguran que se trata de un camino irreversible.
El presidente Laporta ha dicho por activa y por pasiva que bajo su mandato el Barça nunca acabará siendo una Sociedad Anónima Deportiva. Sin embargo, hay que recalcar que su mandato termina en junio de 2026 y la situación en que se encuentre el club será decisiva para que el siguiente presidente en llegar tome la decisión más controvertida.
Más preocupante es, todavía, el nuevo plan de financiación que Goldman Sachs ha puesto sobre la mesa del Barça. Todavía en negociaciones candentes, y con la irrupción de JP Morgan para ayudar a salvar la papeleta, las previsiones apuntan a tres bonos de 500 millones de euros que tendrían que ser devueltos en tres plazos: 2032, 2045 y 2052.
Nadie espera que Laporta siga en el club cuando haya que pagar el primer plazo, dentro de nueve años. Menos aún en 30 años, cuando se debe abonar el tercero. Todo lo que sea posponer la deuda, supone una bombona de oxígeno inmediato para pasar la pelota de la responsabilidad al siguiente, que se puede acabar encontrando el club hecho un solar. Pero no como lo dejó Bartomeu, cuya situación económica era reconducible, sino como un auténtico agujero negro de verdad.
El cambio de Nikken Sekkei por Torrella Ingenería. La elección de Limak Holding pese a su falta de experiencia y escándalos silenciados en Turquía. La ausencia de Jordi Llauradó en la votación, sumada al fichaje de Ramón Ramírez, antiguo director del Espai Barça, para su empresa particular. Las dificultades para firmar la financiación. La repesca de Nikken Sekkei para garantizar el diseño. La falta de los nuevos permisos tras las modificaciones en el plan de Bartomeu, con el cambio de la primera grada por la tercera. La triste imagen que supone tener la tercera grada abierta hasta final de curso, con un agujero de 4.000 personas... La cosa pinta mal.