Queda mucha Liga dice el entrenador del Barça, Xavi Hernández. Lo mismo repite el técnico del Real Madrid, Carlo Ancelotti. El mensaje del actual líder, que sabe mucho de qué va esto porque las ha vivido de todos los colores, tiene su foco en su propio vestuario. No quiere que el progreso de su equipo sufra un exceso de confianza, considere que ya lo tiene todo hecho y abandone la entrega y la ilusión que demuestra en cada partido. O sufra una amnesia temporal de aquello que dijo Araujo tras conquistar su primer título con la camiseta azulgrana: “Es el comienzo de una nueva era”.

El entrenador del segundo, el que tras cada jornada utiliza el catalejo para mirar al primero, lanza el mismo mensaje con el único objetivo de tranquilizar a su presidente, Florentino Pérez, y porque piensa que su equipo hará lo que hace en las finales europeas, que no es otra cosa que remontar cuando nadie lo espera. Está Ancelotti confiado en una segunda vuelta brillante para sus camisetas blancas y en una soberana embarrada de las azulgrana. Públicamente será difícil que hable de la decadencia de su equipo, de que han caído en el mismo error en el que cayó el Barça tras la época triunfal, de no renovar el vestuario y sí, en cambio, prolongar contratos de los más veteranos. Ese es el camino que va de gozar de una época triunfal a conocer el declive, la decadencia y caer en un proceso de deterioro.

Son muchos los aficionados del Barça que en este momento ven al máximo rival tocado, mientras a los del Madrid les ampara la fe en un equipo que históricamente no conoce la rendición. El panorama liguero pinta claramente lo que dice la clasificación y el juego de uno y otro equipo. El del Barça es azul. El del Madrid es rojo.