Tiene que ser muy triste continuar en una competición como la Copa de la Reina gracias a que has impugnado la alineación indebida de una jugadora de tu rival, que te ha humillado en el terreno de juego (9-0). Estás en todo el derecho de hacerlo y de aprovechar el fallo clamoroso de tu adversario. Más triste, sin embargo, tiene que ser dejar de aspirar a un título que has conquistado en cinco de las seis últimas ediciones sabiendo que has demostrado tu superioridad pero que no lo haces por culpa de los administrativos de tu club, que pasaron de cumplir correctamente su trabajo.
Eso es exactamente lo que acaba de ocurrir en el Barça femenino. Nadie advirtió al entrenador que la jugadora Geyse Ferreira no podía disputar el partido de octavos de final contra Osasuna porque tenía que cumplir una sanción de la temporada anterior, cuando jugaba con el Madrid. Cualquiera puede pensar que en esta jugada se produjo un chivatazo desde Madrid, sabiendo de la conveniencia blanca por esquivar al Barça de este torneo, o que Osasuna sí que tiene un equipo en los despachos atento a los agujeros de sus rivales.
Pero qué más da tanto lo uno como lo otro. Es un señor fallo de la entidad azulgrana, un error garrafal tratándose de un club con el prestigio del Barça y con una plantilla de empleados importante. Y toda una pena para el equipo femenino, que ha demostrado ser el mejor de Europa, y especialmente ahora que el barcelonismo volvía a ser feliz.
No es la primera vez que pasa en el Barça. Ya en la pretemporada también se produjo un despiste de despacho que impidió al técnico Xavi Hernández viajar con el equipo a la concentración en Estados Unidos porque nadie había advertido que necesitaba un visado especial en su pasaporte, al haber visitado Irán cuando entrenaba en Qatar.
La exigencia de ganar es para todos los departamentos del club. Bastante trabajo tienen los entrenadores con estudiar al rival y mentalizar al vestuario. Ya no digamos el del primer equipo de fútbol que, además, tiene que dar una rueda de prensa casi cada día. Tata Martino me dijo un día que los peores momentos en el Barça los pasaba cuando acudía a la sala de prensa. Es trabajo del jefe de prensa advertirle por dónde irán los principales tiros de los periodistas, para que también llegue preparado. Y en los despachos están obligados a vigilar no solo lo de casa, sino también la situación de cada jugador/a de los adversarios.