Todavía me acuerdo de cuando Dani Alves se atrevió a insultar a los periodistas e, incluso, a los barcelonistas hace algunos años. Primero, tildando de "basura" a cierto sector de la prensa española. Posteriormente, jugando con el propio club que le pagaba su nómina, convocando una rueda de prensa infame de la mano de su ex esposa y mánager en una oficina cutre de Sant Joan Despí y amenazando con marcharse si no cobraba más.
Pero no hace falta ir tan lejos, tengamos la memoria más corta. Con su retorno la temporada pasada, cuando se "autofelicitaba" de hacer un favor a la culerada y de volver, según él, por amor al club. Cuántas mentiras y chorradas se le han tapado al brasileño porque, según algunos, caía muy bien, era amigo de Neymar y Messi y sabía bailar y disfrutar de la vida.
Lamentablemente, no todo se puede demostrar en esta vida, pero el vergonzoso historial de este personaje ya se palpaba con según qué declaraciones. Ahora bien, es precisamente ahora cuando ya no tiene este paraguas mediático ni la protección del club, que vuelve un buen día de fiesta a Barcelona y choca frontalmente contra la cruda realidad: no puede hacer lo que le dé la gana sin pagar las consecuencias.
Una mujer lo ha denunciado por presunta agresión sexual en una discoteca de Barcelona. Él, ahora, se defiende solo como un pobre fracasado en programas televisivos, pero debe responder en primera persona de un hecho que ha saltado al foco mediático y nadie, absolutamente nadie, lo defiende ni trata de rebajar el impacto que pueda tener sobre él. ¿Acaso alguien piensa que Alves no ha tenido los mismos problemas, o similares, anteriormente?
Eso de que un acosador sexual lo es de la noche a la mañana nunca suele ser así. Lo único que, a veces, estos se piensan que pueden jugar permanentemente sin pagar las consecuencias y llega un momento en que, por un lado u otro, las cosas caen por su propio peso, el día menos pensado. Bravo por esta mujer que ha decidido emprender una denuncia. Vamos quitando máscaras, por favor.