"La jugada del Mundial" era una de las definiciones utilizadas por La Nación para calificar el tercer gol de Argentina contra Croacia en la primera semifinal del Mundial de Qatar, marcado por el joven Julián Álvarez, pero inspirado, dibujado, construido y brindado en bandeja por Leo Messi al suplente de Erling Haaland en el ManCity. La jugada del Mundial solo hace que certificar el grado de madurez del mejor futbolista del mundo a sus 35 años. Su liderazgo en una selección de un país necesitado de una alegría, aunque sea deportiva para aceptar con resignación que su inflación anual alcanza el 90% y la pobreza a un 30% de la población, aunque esto apenas parezca una estadística vana tras observar el número de argentinos que apoya a su selección en Qatar.

Ese 3-0 a Croacia, no fue una jugada al estilo del segundo gol de Maradona contra Inglaterra en el Mundial de México. Tampoco se pareció a la de Messi, con la camiseta del Barça, ante el Getafe, en la que se regateó a medio equipo madrileño para marcar un gol de esos que son inolvidables. Pero maravilló ganando la posición a Josko Gvardiol, amagando con salir hacia un lado, y salir por el otro como quién está preguntando a su rival “dónde está la bolita”, llegó hasta la línea de fondo y le dijo a Álvarez “métela”. Golazo para recordar.

Durante toda su carrera, Messi ha vivido con la exigencia de sus compatriotas que no han dejado de compararlo con Maradona, de llamarlo pecho frío porque a la hora de la verdad los éxitos no llegaban. Si su país tiene una gran deuda internacional, la de él con su pueblo parecía mayor, y ha pesado cada vez que vestía la albiceleste. Hoy, Messi parece dispuesto a ser campeón a cualquier precio. Él merece el respeto de sus compañeros, él los dirige en el campo, los asiste, y tiene a la afición rezando porque todo le salga bien, porque no se lesione como pareció en un momento de la primera parte contra Croacia. Él ya está acabando de subrayar con negritas su nombre en la historia de los Mundiales. Ningún otro futbolista ha ganado más partidos que él en un Mundial (16 de 25). Contra los croatas, marcó su undécimo gol en la Copa del Mundo, y está a uno de Pelé, a dos de Just Fontaine, a tres de Gerd Muller, a cuatro de Ronaldo y a cinco de Miroslav Klose. Y además tiene uno más que Gabriel Batistuta, el hasta ahora máximo goleador argentino.

Vibra Argentina, desde Rosario a Buenos Aires, y siguen cantando, como cantaban el martes los argentinos y muchos barcelonistas en el restaurante Arcà-Fusió, en Cambrils. Se estremece el fútbol mundial con un Messi inmenso, cada vez más cerca del éxito más soñado, un Messi a un paso de besar la gloria, convertido sin duda alguna en el mejor futbolista del Siglo XXI. Y el corazón de los culemaníacos tiene los sentimientos encontrados, entre la alegría de que este Leo Messi “lo hicimos aquí”, gritaba un culé, y las lágrimas de haberlo perdido. “Era uno de los nuestros”, gritaba otro. Seguro que en los próximos días volveremos a oír y a leer eso de que Laporta quiere traer a Messi.