Durante toda la temporada llevo leyendo críticas a Xavi Hernández en el sentido que no sabe leer los partidos, que los cambios que hace no son los que el equipo necesita y, claro, que todo esto lo incapacita para ser entrenador del Barça. Pues bueno, ayer Xavi dio una lección y calló esas boquitas.

Con diez, sin su goleador, Xavi mantuvo la iniciativa. No renunció a la victoria. Sabía que era importante mantener el liderato y seguir mirando al Madrid por el retrovisor durante todo el Mundial de Qatar. Podía defender el empate, pero no. Entre otras cosas porque el retirado Piqué buscó el protagonismo y se hizo expulsar.

A pesar de esto, Xavi quería más. Es la confianza de un entrenador en sus jugadores, tanto los que son titulares como los que salen de suplentes. Buscó la victoria y la encontró de forma merecida. Raphinha y Ansu Fati para rematar un encuentro difícil, en un campo complicado y ante un adversario que estaba en racha. Ese es el Barça que exige y merece la afición.

El Barça que Xavi está gestionando y que merece toda la confianza. La salida de Piqué, al que se le han reconocido los servicios prestados, beneficia un mejor buen rollo dentro del vestuario. Lo que fue, fue, que dicen en mi Barranquilla querida. Piqué ya no sumaba, restaba. Y así lo demostró en el descanso. En lugar de calentar protestó al árbitro reiteradamente.

Se borró del último partido. Nunca se acostumbró al banquillo. Y está claro que con veteranos descontentos conducir un equipo es mucho más complicado. La victoria sobre Osasuna es un triunfo de equipo que ilusiona y que confirma que en la Liga española, el Barça tiene pocos rivales que le hagan sombra.