Gerard Piqué anunció hace un par de días por sorpresa que cuelga las botas. No es que deje el Barça, es que deja el fútbol en activo. Y es el momento de hacer balance de una vida entregada al club de su vida –por más que su segundo apellido sea Bernabéu—. Qué suerte poder retirarse cuando a uno le apetece, y qué afortunado es por poder renunciar a una millonada sin que ello vaya a hundirle la vida. Un tipo afortunado, sin duda.

Piqué lo ha ganado absolutamente todo con el Barça, ha sido pieza capital en el centro de la defensa, y también ha conquistado el Mundial y la Eurocopa con la selección española pese a su ambigüedad en materia política en los años duros del procés, lo que le costó los pitos de parte de la hinchada de la Roja. Por ello, sobre el Piqué futbolista hay poco que decir más que gracias –aunque, visto lo visto esta temporada, y a pesar de que le aseguró a Xavi que iba a rendir para ser titular, podía haberse marchado en verano–.

Más dudas genera el Piqué personaje. Hay que aplaudir su iniciativa, sus ganas de emprender, de hacer negocios, de generar riqueza, de innovar, pero, a veces, se ha pasado de la raya. Supongo que es difícil gestionar el ego cuando, siendo joven, lo tienes todo al alcance de la mano. Suyo fue el polémico mensaje en Instagram junto a Neymar en el que decía “se queda” cuando ya sabía que el brasileño se marchaba al PSG. Fue una falta de respeto al club y a la afición. Como también lo fue que produjera el vídeo en el que Antoine Griezmann dijo que se quedaba en el Atlético cuando la entidad azulgrana quiso ficharlo.

También se puede hablar de que Piqué fue uno de los cabecillas del Halloween de Getafe, esa jornada en la que varios integrantes de la plantilla azulgrana aparecieron disfrazados en la sala de prensa del Coliseum Alfonso Pérez cuando estaban compareciendo los representantes del equipo azulón. Otra falta de respeto, por más gracioso que le pareciera a él. Y, así, tantas cosas, como los sonados incidentes de tráfico.

Dice Piqué que “tarde o temprano” volverá. Puede que como presidente del Barça. Como gestor parece que es solvente, como se aprecia en su entramado societario, y cabe recordar que ya se está entrenando al respecto como propietario del Andorra. Ahora bien, deberá rebajar su tono si quiere ser un día el máximo representante del club blaugrana.