El departamento de comunicación del FC Barcelona vivió la semana pasada una auténtica purga estalinista tras confirmarse el despido de tres renombrados miembros (Toni Ruiz, Ketty Calatayud y David Saura), que se sumaban a José Manuel Lázaro, cuya salida se daba ya por cerrada hace varias semanas.
De los cuatro casos, hay uno en especial que ha soliviantado a la profesión periodística: Toni Ruiz. Y es que todo el mundo respetaba su trabajo dentro del club, siempre discreto pero eficaz, enfundado en un carácter amable y educado, que le hacía acreedor de la etiqueta de hombre de club, en el buen sentido de la palabra.
Era difícil enfadarte con Toni, porque cuando te echaba una bronca por algo que habías publicado, lo hacía de tal forma, que hasta parecía que te pedía perdón por la llamada, pero al final siempre lograba su objetivo y acababas modificando los renglones de la discordia. Toni llevaba casi tres décadas en el Barcelona, ayudando a resolver problemas y haciendo la vida más fácil a los periodistas y a la gente de su entorno.
El caso de David Saura también ha dejado secuelas en la profesión. Su enorme dedicación a la hora de difundir las peñas barcelonistas por el mundo no quedó en saco rato, si bien ahora estaba más metido en temas de digitalización del club. Pero David era de aquellas personas que te ganaban desde el primer minuto: tímido sin remedio, nunca decía una mala palabra de nadie y era un ejemplo de profesional sin tacha.
Con Ketty Calatayud, el foco ya era muy distinto. Llegó de la mano de Sandro Rosell en el 2011 para ser directora de comunicación, donde apenas aguantó un año, acabando por dirigir la Revista Barça. Con la llegada de Joan Laporta se empezó a mirar con lupa el trabajo de algunos ejecutivos y parece que el sueldo de Ketty se consideraba excesivo a las funciones actuales que ejercía. En este caso, su despido podría tener argumentos económicos, aunque puede que su salida se hubiera podido gestionar un poco mejor para evitar añadir más fuego a la pira.
Y llegamos a José Manuel Lázaro. Un profesional que llegó al Barcelona de la mano de Joan Laporta hace casi dos décadas procedente de la cadena SER. Su agrio carácter, sus malas formas, sus vetos a periodistas en ruedas de prensa, sus listas negras y sus presuntas visitas a directores de diarios para señalar a profesionales no adeptos a la causa, no le ayudaron precisamente a granjearse el cariño entre la profesión.
Además, se convirtió en uno de los más talibanes defensores de Bartomeu, su mano derecha en temas de comunicación, por lo que el regreso de Laporta le dejaba un futuro poco halagüeño. Con la excusa de que ya se acercaba a los sesenta años, el Barcelona le planteó una jubilación anticipada, aunque parece que Lázaro tenía otros planes. Veremos si al final la sangre llega al río...