Fue un amor apasionado, como dice la ranchera. Hasta estuvo alborotado. Leo Messi lo sintió todo en el Barça y ustedes conocen bien la historia, pero merece recordarla para que ningún culemaníaco se deje engañar. El Barça fue el club que hizo grande a Messi. En este equipo fue en el que alcanzó a ganar Balones de Oro y muchos títulos, Champions, Ligas, Copas y Supercopas.

Pero llegó un momento en el que el amor se agotó y quiso marchar de ese club que le había dado todo y con el que había ganado todo. De esa ciudad en la que su familia vivía como quería. Feliz. La afición lo idolatraba, y los presidentes lo habían mimado siempre. Pero se cansó. No estaba enamorado de ningún otro equipo, pero tenía la sensación que en el Barça ya no ganaría más nada. Todos pensamos que lo que buscaba y exigía a Josep María Bartomeu era contar con una plantilla reforzada para continuar sumando éxitos, y que lo que menos era la plata, especialmente cuando había ganado tanto.

Pero un día tuvo un arranque y envió un burofax en el que pedía marcharse. Así, sin más. Se acabó el amor al escudo que tantas veces besó y a los colores. Bartomeu logró retenerlo un año más. Joan Laporta ganó las elecciones y prometió renovarlo. Pero no lo hizo. Le abrió las puertas. Y Messi se fue al PSG, a París, a ganar más platica que no más títulos importantes. Pero como si todavía doliera la treta con la que engañó a los socios, la directiva de Laporta de vez en cuando lanza al aire la posibilidad de la vuelta de Messi al Barça. ¿Ustedes se la creen? Yo, no. Si es para ofrecerle la gran despedida que merece, sí.

Pero para volver a jugar tras firmar un contrato de un año o dos, no creo. Y menos después de filtrar todo lo que pidió Messi para renovar hace unos años. Las mismas razones expuestas para abrirle las puertas no pueden haber cambiado mucho. Entonces no había en el mundo un futbolista por el que el Barça hipotecara su futuro. Ahora, después de proclamar a los mil vientos la ruina en la que Laporta encontró el club, la coherencia obliga a pensar que a otro con ese cuento, como dice el refrán. Y ver para creer. Y ojalá fuera verdad.