Era una noche ideal para volver a cautivar a la Europa futbolística. Enterrar la maldición del Bayern Múnich era casi una obligación. Imponer la nueva personalidad del Barça era una exigencia marcada por el entrenador y por todas las pesadillas que hemos tenido con ellos. Todo comenzó como la mayoría de culemaníacos soñaban. Sabíamos que ésta era una ocasión ideal para invitar a un baile al Bayern en su discoteca (Munich).

Queríamos conquistar esa pareja (equipo) que durante muchos años lleva dándonos bofetadas (derrotas) cada vez que solo le pedimos un beso o un abrazo, ya no en acostarnos (derrotarlo), que es en lo único que ellos piensan . Y nos lanzamos con todo en la primera parte. Solo había dos (Ter Stegen y Busquets) que aparecían en la alineación que había jugado aquel día que ellos nos humillaron (2-8, en Lisboa). Teníamos el guapo subido. Nos habíamos afeitado, peinado, mentalizado y además habíamos estudiado a esa pareja tanto que creíamos que la podíamos enamorar como lo hicimos con otros equipos hace mucho tiempo. Y nos entregamos con alma, corazón y vida.

Por momentos parecíamos que éramos más altos y guapos que ellos, pese a esa camiseta gris que lucimos. Queríamos conquistarlo con poesía. Llegamos incluso a quitarle la ropa (el balón), lo dominamos (46%-54% de posesión). En su terreno lo obligamos a jugar más para atrás que para delante como a ellos, siempre ofensivos, les gusta. Y jugamos encima de ellos, en su campo. Los teníamos. Pedri, tan encantador como es, tuvo la primera oportunidad. Y Lewandowski, el polaco que prefirió abandonar Múnich para jugar con el Barça, el killer que hasta ahora parecía tener el tiro fijo a la red, iba a fallar en su intento de romper una portería que para él era virgen.

Nunca le había marcado un gol al Bayern. Tampoco lo logró en esa noche del martes 13 de septiembre en la que el Barça durante la primera parte fue superior y demostró que puede volver a enamorar al fútbol europeo. Pero claro, en el fútbol se enamora con goles y victorias, no solo

con las palabras. Todavía hay tiempo para marcar los que hagan falta para no perder la ilusión.