Pienso en Robert Lewandowski y el gran éxito que le llega a sus 34 años. Certifico que, pese a ser un crack, fue una carta ganadora que supieron jugar la directiva azulgrana y Xavi al traerlo para Barcelona.

Con todos los respetos por su carrera en el Bayern de Múnich y el Borussia Dortmund, con su fichaje por el Barça puede marcar un punto de inflexión en su carrera para que sea recordado como uno de los grandes. Lo mismo me pasa cuando pienso en Dembelé: el delantero francés llegó Dortmund, un equipo menor aunque importante en Alemania, donde jugaba bien pero tampoco era ninguna referencia fuera de las fronteras de este país. Esta situación se alargó con la llegada del joven a Barcelona, donde aplaudían la poca disciplina. Tampoco le ayudó un cuadro médico en transición que prescindió de los grandes referentes como Ricard Pruna. Curiosamente, con el regreso de Pruna se han frenado sus lesiones “tontas” pero repetidas en el tiempo.

Estos dos jugadores me llevan a reflexionar que no es del todo cierto que un futbolista que triunfa en la Bundesliga no debe valorarse al 100% porque juega en una competición menor. Lo digo a propósito del fallido fichaje de Erling Haaland por el Barcelona. El noruego ha pasado del Dortmund al Manchester City de Pep Guardiola. Desde aquí se intentó ningunear al jugador diciendo que, al final, no sería para tanto y que se sobredimensionaba su calidad, al jugar en una Bundesliga de nivel menor.

Siendo cierta esta reflexión, también lo es que estos futbolistas se están adaptando y encajando en competiciones y clubes muy difíciles. Hoy, Lewandowski se enfrentará al club en el que se convirtió en una estrella del fútbol. Debemos aplaudir el crecimiento y el rendimiento de un jugador que prácticamente ha fichado de forma discreta por el número uno que representa.