Hace nueve meses de la última vez que el Barcelona visitó la capital bávara para jugar contra el Bayern. En partido llegaba con el equipo al filo de la navaja: si bien dependía de sí mismo para clasificarse para los octavos, necesitaba imperiosamente una victoria en el Allianz Arena. El conjunto alemán, con el primer puesto totalmente asegurado, sometió sin piedad a los blaugrana, con un contundente 3-0, repitiendo el resultado que logró unos meses antes en el Camp Nou, 0-3. Con la derrota en Múnich, el Barça decía adiós de forma sorprendente a la Champions y entraba por la puerta de atrás en la Europa League.
De estos últimos enfrentamientos contra el Bayern, uno se acuerda especialmente de la bravuconería de Thomas Müller y la prepotencia de alguno de sus dirigentes. Desde la humillación en Lisboa del 2020, 2-8, que los culés han de aguantar estoicamente la soberbia del Bayern cuando le toca hablar del Barcelona. El capitán alemán es de los que se gustan a la hora de poner el dedo en la llaga, como demostró tras el último enfrentamiento contra el Barcelona, donde dejó prácticamente a la altura del betún a su rival: “El Barça no puede afrontar la intensidad (…) y no puede competir en el fútbol de máximo nivel”.
De aquel equipo que, según Müller, no había mucho por donde agarrar, aún quedan varios elementos en la plantilla. De hecho, del once inicial, sólo Dest y Lenglet no siguen. Pero eso no quiere decir que el Barça que se va a encontrar Müller este martes sea igual al de hace nueve meses. Y es que la gestación ha sido larga, incluso dolorosa y costosa, pero está dando sus frutos. No estará en el once Piqué, ni tampoco Memphis y por lo que parece tampoco Alba, mientras que Frenkie sólo aparecerá en el caso que Xavi apueste por reforzar la medular con un cuarto centrocampista.
Sólo repetirán seguro cinco jugadores respecto a aquel infausto partido y todos bajo condicionantes muy distintos al de hace nueve meses: Ter Stegen ha empezado la temporada de manera espectacular con cuatro partidos imbatido de seis disputados, Araújo es el líder absoluto en la defensa, Sergio Busquets parece otro desde que comparte las habichuelas con Pedri, Gavi suma un año más de experiencia y es ahora mismo el espíritu del equipo y Dembélé es quien más ha revertido sus sensaciones, convirtiéndose en uno de los extremos más desequilibrantes del mundo. Si a todo esto añadimos la presencia del mejor 9 del mundo, Robert Lewandowski, que vuelve a casa para jugar de blaugrana, Koundé, un defensa tan versátil como pulcro, Eric García, que se encuentra en el mejor momento de su carrera, y Raphinha, un extremo que encara por definición, nos encontramos con el escenario perfecto para empezar a callar bocas.
Será curioso también cómo se gestiona la comida de las directivas, entre un Laporta que les arrebató de sus narices a uno de sus ídolos, previo pago de 45 millones, y un Oliver Kahn, entre otros, que se mofaron públicamente sobre la solvencia de la entidad catalana. Y cito sólo Kahn porque no creo que Uli Hoeness, el presidente de honor del Beyern, tenga los arrestos de invitarse, tras las rajadas monumentales que ha dedicado en los últimos años al club blaugrana.
Es evidente que Múnich pondrá a todos y cada uno en su sitio. Puede que el Barcelona de Xavi no sea aún la máquina perfecta que iluminó futbolísticamente hace una década al planeta y que el Bayern tampoco sea tan temible como cuando devoraba rivales sin inmutarse -encadena tres empates consecutivos en la Bundesliga-, pero lo está claro es que este martes en el Allianz Arena se saldarán varias cuentas pendientes.