Hay una frase de Joan Laporta que se hizo muy célebre en abril de 2008, cuando el club atravesaba un pequeño bache deportivo con la decadencia de Ronaldinho. Durante un acto de peñas, el entonces (y ahora) presidente detectó cierto pesimismo entre el barcelonismo y sacó a la palestra su versión más pasional y arrojada para defender su gestión. Fue entonces cuando pronunció la ya histórica declaración: "¡Al loro! ¡Que no estamos tan mal, hombre!".
Laporta se defendía de unos ataques que, vistos con perspectiva, eran excesivos y cargaba contra los que denominó como "hipócritas que dicen que son del Barça y no lo son". "No caigan en la trampa, que si no hacen ver que son del Barça, no los leería ni los escucharía nadie", atizó el presidente.
El entorno culé, ciclotímico y catastrofista como pocos, no se dejó seducir por sus palabras y cargó armas contra Laporta --más o menos cómo le ha ocurrido, más recientemente, a Josep Maria Bartomeu, también víctima de ataques feroces y desmedidos-- para conducirlo a una moción de censura que salvó por la mínima, con un 60% de votos en contra de su gestión. Superado el plebiscito, por no llegar los opositores al 66%, Laporta pudo edificar la mayor obra deportiva de la historia del FC Barcelona con el fichaje de Pep Guardiola para el primer equipo. El de Santpedor fabricó el mejor Barça de todos los tiempos con Messi, Iniesta y Xavi como grandes estandartes del juego de posición de La Masía.
Hoy, más de 14 años después de aquel episodio que culminó con una dimisión en bloque de directivos liderados por el ahora CEO del Manchester City, Ferran Soriano, sigue siendo de aplicación aquella frase que ya ha pasado a los anales de la historia culé. Y es que a pesar de la "nefasta herencia" que dejó Bartomeu, según las duras palabras del propio Laporta, la realidad es que nada ha impedido al club hacer una de las inversiones en fichajes más grandes de la historia.
El club se ha mantenido como la entidad deportiva más valiosa del mundo para Forbes, líder en casi todas las redes sociales de impacto --Youtube, Instagram, Twitter y TikTok--, y se ha podido permitir una inversión de 240 millones de euros en fichajes entre pagos fijos y variables. Los 45+5 de Lewandowski, los 58+7 de Raphinha, los 50+10 de Koundé y los 55+10 que se pagaron en enero por Ferran Torres. También han llegado Kessie, Christensen, Bellerín y Marcos Alonso, este último tasado en unos ocho millones. En cambio, se han ingresado solamente 37 millones con los traspasos de Coutinho, Ferran Jutglà y Aubameyang, a expensas de que se cobren los 40 millones de Griezmann.
Es cierto que el club ha tenido que vender algunos activos, como el 25% de los derechos televisivos procedentes de la Liga y el 49% de Barça Studios. Pero la conclusión, como pregonaba el propio Laporta en 2008 cuando le querían apartar de la poltrona presidencial, es que no estábamos tan mal. La grandeza del club se mantiene por encima de iras, bandos y eventuales crisis económicas incapaces de impedir uno de los dispendios más grandes de la historia.