Fue el viernes pasado cuando se confirmó, de puertas para dentro, que Sergio Busquets y Gerard Piqué habían roto definitivamente las negociaciones con el club. Así pues, no quedan más salidas que una guerra cuerpo a cuerpo con dos jugadores que han sido de los mejores del mundo en sus posiciones y el club que los vio crecer.
Por mucho que el Barça lance un mensaje indirecto a través de los medios amenazando o dando una mínima posibilidad al pacto, las cosas están muy pero que muy verdes. Ni aplazamientos fraccionados ni intercambio de cromos como el que pretendía Gerard haciéndose con una parte del negocio, de momento ruinoso, de Barça Studios. Laporta tiene claro que sí o sí sólo acepta la rebaja salarial.
Y es evidente que juega fuerte y se entiende que está pagando los platos rotos de la gestión anterior de Josep Maria Bartomeu. Pero también es bien cierto que, si criticamos la pésima manera de hacer las cosas del pasado que han llevado el club a la ruina, se debe criticar las maneras y el cómo ahora se pretende revertir una situación pasada.
Lo dije la semana pasada, llevo muchas columnas advirtiendo del grave problema que llega y, ahora, con estos dos cracks se hace patente: ¿Cómo se ficha primero a tantísimos jugadores si antes no has hecho los deberes de sacarte de encima a los otros? Y aquí, el orden de los factores sí altera el producto.
En las bases más primarias de educación y saber hacer, primero dejas salir por la puerta al que se marcha y después pasa por ella el que entra. Dudo que con una campaña agresiva de desprestigio y presión, Busquets y Piqué acaben cediendo. Así pues, el club debe prepararse para lo que ya sería otro capítulo, y hemos perdido la cuenta, de acabar en los juzgados para resolver los problemas. La Liga ya está en marcha, la cuenta atrás para el total de inscripciones está activado y otra bomba en las oficinas de can Barça se cuece.