En los momentos más críticos para Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial, cuando la Lutwaffe alemana bombardeaba Londres día y noche, apareció la figura del primer ministro, Winston Churchill, para pronunciar un discurso que ha quedado para los anales de la historia, donde arengó a sus compatriotas a defender la isla “con sangre, sudor y lágrimas”. Unas palabras que no se llevó el viento, sino que sirvieron para enardecer a una población confundida y resignada, propagando una ola de patriotismo y rebeldía que levantaron al país de las cenizas.

Salvando las diferencias, que hay muchas y evidentes, el FC Barcelona también está atravesando uno de los momentos más críticos de su historia. Con un club hundido económicamente y lastrado por unos contratos multimillonarios, con unos agentes exteriores que se regodean ante la situación de penuria que vive la entidad y con la necesidad imperiosa de recuperar la gloria perdida y volver a ser un imperio.

Y para empezar a construir un edificio derruido y prácticamente en llamas hay que empezar desde los cimientos. Y algunos ya han demostrado que son de cartón o directamente de latón, de tan baja calidad por el precio que se pagó que ahora mismo son inservibles. Son piezas desgastadas con el paso de los años, sobredimensionadas en sus precios y que nadie en el mercado quiere. Pero el Barcelona está obligado a deshacerse de ellas si quiere mirar hacia adelante.

Algunos, como Mingueza o Umtiti, se han mostrado receptivos a una salida, conscientes que su aventura en el club ha finalizado, otros, como Riqui Puig o Lenglet, más reacios a marchar, acabarán aceptando una salida decorosa, mientras que unos pocos, como Braithwaite, demuestran un egoísmo y desapego hacia el club que sólo puede generar rechazo entra la afición.

Los capitanes, empezando por Sergio Busquets y acabando por Sergi Roberto, también han empezado a hacerse a la idea de que sus nóminas se verán recortadas sustancialmente, pero ya no para ser diferidas, sino para desaparecer. Es el último acto de generosidad que el club les exige como contraprestación a la ingente cantidad de dinero que han acumulado en sus cuentas corrientes desde hace más de una década.

Aparte de los descartes, hay otros nombres propios que tendrán que dar un paso adelante por exigencias de guion. Frenkie de Jong será subastado al mejor postor, con un precio de salida de 80 millones fijos. Aquí el United ya puede ir preparando nuevas ofertas porque el Barcelona no escuchará ninguna propuesta inferior a esta cifra. A partir de aquí, jugadores como Dest y Memphis también entran en el paquete de salidas si llega una oferta interesante.

De los fichajes, nada nuevo bajo el sol. Interesan por encima de todos, Robert Lewandowski y Jules Koundé, ya están fichados Frank Kessié y Andreas Christensen, se buscará una salida del Chelsea de forma pactada con Marcos Alonso y Azpilicueta, no se pagará más de 35 millones por Raphinha, gusta Di María como opción en la banda, y Bernardo Silva sigue siendo el gran sueño en las noches calurosas del FC Barcelona.

Del resto de nombres que suenan no hagan mucho caso. Algunos son los agentes que intentan revalorizar a sus pupilos, como esos brasileños imberbes de nombres absurdos, uno de ellos Dodo, como el ave extinta hace más de un siglo, otros, ex blaugrana que están más cerca de la jubilación que de la élite, como Luis Suárez, que se ofrecen de forma un tanto frívola, o ya directamente jugadores de nivel discutible que uno no sabe ni cómo se tiene los arrestos de publicar.

Y al final aparece el de siempre: Ousmane Dembélé. Huérfano de ofertas y reclamando una limosna al entrenador, uno de los pocos que aún creen en él. Y es que todo en este club es tan extraño que lo que hoy es negro, mañana puede ser blanco, o viceversa.

Lo único que la afición reclama a Joan Laporta es que el Barcelona deje de ser el plan de jubilación dorado donde uno se acomoda en el sillón con su contrato firmado y deja pasar las tarde tomando un coñac y fumándose un habano. Los días de despilfarro, derroche y lujuria han pasado…ahora ha llegado la época de la sangre, el sudor y las lágrimas.