Existen diversos tipos de córneres en el fútbol: en corto, al primer palo, al segundo palo, el directo, el llamado gilicorner (creo que no hace falta explicarlo)… y el Barça, en sus más de 120 años, los ha ejecutado todos. Sin embargo, y aunque prácticamente ha desaparecido de la memoria (afortunadamente), uno de los peores saques de esquina de la historia azulgrana tuvo lugar hace aproximadamente un siglo, allá por 1926. Sus protagonistas fueron Héctor Scarone y Carles Casanovas (Casanovas I, porque su hermano Miquel, Casanovas II, también era futbolista). Ninguno de los dos triunfó con la camiseta blaugrana, aunque el primero era uno de los mejores futbolistas de la época y el segundo apuntaba buenas maneras. Su carrera transcurrió por el Poblenou, el Sabadell, el Badalona, el Sants y el Júpiter, con escasas participaciones con el Barcelona.

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Pero vamos a la historia. Scarone y Casanovas I coincidieron una tarde contra un equipo belga, en casa, en una jornada que le dejó al catalán una anécdota para toda la vida, hoy aún recordada por su hijo Carles, el único de sus descendientes que todavía vive. Según explica, en un determinado momento del encuentro, Scarone se dispuso a botar un córner, y le pidió a Casanovas que se pusiera a un palmo del portero y le mirase fijamente a los ojos. Si el cancerbero se movía, debía seguirle. Y así hizo. Pero tan pendiente estaba del guardameta que se olvidó por completo del balón; su compañero sacó de esquina y la pelota le impactó en la espalda. El público no le perdonó la torpeza. Fue abucheado. Menos mal que era amistoso y el Barça jugaba como local... Eran otros tiempos difícilmente repetibles, ahora que hay tanto turista en el Camp Nou, que no vive el fútbol con esa pasión.

Una vez retirado, Casanovas I comenzó a ejercer de maestro en Horta, donde se casó y residió unos años, aunque su vocación era la medicina (no terminó la carrera), y durante un tiempo abrió una farmacia en Barcelona, pero llegó la guerra y la familia se marchó a Monistrol de Montserrat. Allí regresó a las aulas. No lo pasó bien durante el conflicto bélico, pero, dentro de lo que cabe, su historia terminó de la mejor manera. Y acabó de profesor en la escuela de Castellolí, donde se instaló finalmente con su mujer y sus hijos, el mismo lugar en el que tantas veces recordó su anécdota con el Messi de los años 20.