La temporada del primer equipo del Barça ha sido larga y negativa. Ha contabilizado de todo menos éxitos. Más derrotas que victorias. Menos público en el Camp Nou del esperado después de la pandemia. Parte de la masa social, envenenada por las ganas de enterrar todo lo que hizo el presidente anterior, intentó acabar con el prestigio de uno de los grandes protagonistas de la historia del club: Ronald Koeman. Su destitución a media temporada por la de otro ídolo como Xavi Hernández satisfizo a muchos y hoy representa la apuesta principal para la próxima temporada. 

Sin embargo, la consecución del segundo puesto no es suficiente para creer que este Barça es el soñado. Todo lo contrario. El final de Liga fue tan frustrante que ha levantado las primeras dudas sobre Xavi. La culpa obviamente no sólo es de él. El vestuario, los jugadores son los primeros señalados. Ellos llevan siendo los responsables de todos los fracasos que ha experimentado el Barça en los últimos años. No pueden quejarse de mal pagados. En este sentido, fueron unos mimados por Josep María Bartomeu, hasta el punto que todavía hoy puede que tengan que rebajarse más el salario.

Pero también otra parte del barcelonismo está a la expectativa de la actuación de la junta de Jan Laporta. El presidente ha dado pasos adelante y atrás, lo que ha descolocado a muchos. Un año después de su elección la sensación es que si llegó con un proyecto no era el necesitado por el club. Desde la renuncia de Jaume Giró para acompañarle en la tarea de salvar al Barça nada le ha salido bien a un triunfador como Laporta. 

Las llamadas palancas, Barça Studios, BLM Merchandising i CVC, van tarde. Tenía que haberlas ejecutado hace un año y quizás ahora no estaría teniendo problemas de fair play, ni de límites salariales. Y eso tendría que reconocerlo para que sus electores al menos sigan confiando en él, lo cual tampoco evitará que el verano se haga tan largo como la Liga pasada. Es su hora, presidente.