El hijo de Maria Mercé y Joaquim convence cada vez que habla. Da gusto. No crea duda alguna, al menos en mi persona. Los que desconfiaban de la capacidad y experiencia de Xavi Hernández seguro que ya les gustaría borrar sus opiniones de allá donde las hubieran emitido. Y seguro que Víctor Font ya debe estar arrepentido de no haber sido más seductor y contundente que Joan Laporta durante la campaña electoral. Quizás no lo fue porque sus asesores siempre admiraron al elegido. Xavi era la apuesta de Font. Y la perdió. Pero él marcó el camino. Señaló Arabia. Allí estaba la solución.
Los entrenadores del Barça siempre han generado debate. Pero quien más ha influido y ha marcado la división, quizás sin pretenderlo, sin duda alguna es Pep Guardiola. Ni siquiera sus predecesores se atrevieron a compararse a él. Se impuso el respeto porque Pep no solo es un genio del banquillo, también hay que reconocerle su empeño en el trabajo. Tanto el fallecido Tito Vilanova, como Ernesto Valverde y Luis Enrique siempre evitaron compararse con Pep, el entrenador más laureado del FC Barcelona, que hoy hasta es elogiado por el mismísimo Jürgen Klopp, su máximo adversario en la Premier. Bajo su dirección técnica, y con una generación extraordinaria, Pep encumbró al Barça.
Sin Messi, Xavi lo tiene más difícil. Pero no tiene miedo al fracaso. Ha aceptado un desafío importante y está formando un equipo competitivo e ilusionante. Tiene elogios para todos los jugadores, incluso para el rival. Tras la laboriosa remontada ante el Levante, no escatimó un aplauso para Ter Stegen y para Luuk de Jonk, portero y delantero puestos en la silla eléctrica por el periodismo oportunista que brilla hoy en día.
Y cuando la prensa cada día habla de un nuevo fichaje, Xavi grita: “Tengo una gran plantilla”. Y cuando las aclamaciones llegan porque el equipo ha levantado un partido en el que le han pitado tres penaltis, Xavi también levanta la voz: “No hemos competido en la primera parte. No estamos para florituras”. Xavi es el hombre que puede liderar el sueño de un Barça que una a toda su afición, que acabe con las querellas y las guerras intestinas. Vamos a seguir creyendo profundamente en él.