El Barça vive en la provisionalidad. Sin un plan o con una idea que constantemente adapta a sus gustos y necesidades, Joan Laporta ha encontrado la excusa perfecta para aplazar el Espai Barça en la guerra de Rusia. Siendo cierto que se disparan los tipos de interés y se encarecen los productos, nada dice el presidente de los recelos de Goldman Sachs respecto a su faraónico proyecto para remodelar el Camp Nou y construir un nuevo Palau Blaugrana, obras que costarán la nada despreciable cifra de 1.500 millones de euros.
Con la soga al cuello, Laporta, como todos los presidentes, solo piensa en el corto plazo. Diga lo que diga. Como ejemplo, el acuerdo con Spotify, que pagará entre 65 y 70 millones de euros anuales por las camisetas de los equipos de fútbol masculino y femenino, las camisetas de entrenamiento y el nombre comercial del Camp Nou mientras duren las obras de reforma. Curiosamente, el Real Madrid cobra 70 millones de Fly Emirates solo por estampar su nombre en la camiseta del equipo de fútbol.
Ferran Reverter, el exdirector general, discrepó de Laporta en el acuerdo de Spotify y en otros muchos asuntos capitales. Reverter era partidario de trocear los acuerdos, con más de una empresa, para lograr más dinero. El máximo dirigente, sin embargo, optó por un buen acuerdo para maquillar unas cuentas horrorosas.
Reverter también alucinó con algunos fichajes de familiares y amigos de Laporta. Y con su talante presidencialista. El máximo dirigente escucha a los ejecutivos, pero impone sus líneas y criterios. Otro ejemplo, el acuerdo con CVC, desaconsejado por el director general, puede ser la tabla de salvación del Barça en el próximo mercado de verano.
Laporta va de farol con el Espai Barça y con la política de fichajes, ilusionando a la masa social con la contratación de Erling Haaland, una operación que rondaría los 400 millones de euros en cinco años.
El Barça, de momento, tiene atados a Christensen y Kessié, que llegarán con la carta de libertad y cobrando una buena pasta. Sus salarios suscitan muchos recelos en Ansu Fati y Pedri, y, por supuesto, en Gavi y Araujo, que siguen sin ponerse de acuerdo con el club.
En verano, el Barça tendrá que pelearse con muchos jugadores y clubes para soltar lastre, para rescindir contratos muy elevados de futbolistas que apenas juegan como Umtiti y Lenglet. También deberá rezar para que Coutinho fiche por el Aston Villa y Dembelé se vaya a otro club. Su economía es muy precaria y suerte tiene Laporta de que Xavi sabe cómo manejar la plantilla. Un Xavi al que no quería cuando sentenció públicamente a Ronald Koeman en el Via Veneto.