Hacía 50 días que el Barça no jugaba en el Camp Nou. Hacía muchos más que el equipo azulgrana no derrotaba a uno de sus grandes rivales demostrando sobrada superioridad. Pero la sequía era más prolongada si contamos un triunfo con una primera parte en la que el juego resultó deslumbrante, los refuerzos lucieron afortunados y el porcentaje de acierto ante la portería adversaria fue del 100%.

Hacía tiempo que el Camp Nou no sonreía como lo hizo el domingo ante el Atlético de Madrid. Ha sufrido tanto este Barça en los últimos tiempos que andaba desesperado por tener una tarde de felicidad. La bronca, el cabreo, las disputas intestinas destacaban sobre las alegrías y la paz que debería prevalecer en un club con tantos años de experiencia a su espalda.

Este Barça parece seguir el mismo curso de la pandemia. Muestra mejoría ahora que el virus tiene una variante que los científicos aseguran que ha dejado de ser letal para convertirse en un mero resfriado, ahora que los expertos piensan que ya es hora de quitarse la mascarilla, ahora que las autoridades están a punto de quitar el injusto veto al ocio nocturno, y podremos tomarnos unos gins a la hora que nos venga de gusto en el Scarlett de la esquina.

Y todo eso, que en otros tiempos era inimaginable, hay que celebrarlo. Tan grande era el pesimismo y tan profundo el bajón anímico que tras el triunfo sobre el Atlético las crónicas deportivas destacan el título o el subtítulo de que el Barça ya está en zona Champions, o ya se encuentra entre los cuatro primeros, como si fuera la primera vez que eso se lograra.

Es lo que hay. El equipo está en las manos de Xavi, que sabe perfectamente por dónde le entra el agua a este coco azulgrana, y solo hay que tener paciencia y mucha esperanza en que la recuperación será un hecho. Mientras, toca celebrar eso que hacía tiempo no se festejaba: el equipo está en zona Champions.