El Barça ya ha incorporado a Dani Alves, Ferran Torres y Adama Traoré en el mercado de invierno. Y, hasta el último segundo, luchará por inscribir a Aubameyang y un lateral zurdo, ya sea Tagliafico o Grimaldo. Señal inequívoca de que la planificación del pasado verano fue un desastre. Un horror.

Condicionado por una deuda económica sobredimensionada por la misma junta directiva que preside Joan Laporta, el Barça regatea más que un turista en el Gran Bazar de Estambul. Y, claro, compra lo que puede. En muchas ocasiones, saldos que nadie quiere, como Alves, o futbolistas que prometían mucho y que ahora ni tan siquiera son titulares en sus equipos, como Adama.

El único fichaje ilusionante ha sido el de Ferran Torres, por quien se han pagado 55 millones de euros. El delantero, curiosamente, no era una pieza imprescindible para Pep Guardiola. Hace un año y medio, el Manchester City abonó 23 millones de euros al Valencia por un futbolista del que hablan maravillas Xavi y Luis Enrique.

El Barça, en cambio, no tiene dinero para fichar a Morata, eterno actor secundario en los grandes clubes en los que ha jugado: Real Madrid, Atlético, Chelsea y Juventus. Tampoco puede seducir a José Luis Gayà, el teórico recambio de Alba, porque el Valencia puede pagarle más. El Barça de Laporta, por mucho que duela, tiene que conformarse con los restos del mercado.

Laporta, que la pasada primavera despreció a Xavi cuando le comunicó a Koeman que le buscaba un sustituto, se entregó en otoño al técnico de Terrassa en una situación desesperada. El técnico sentenciado fue quien planificó la temporada 2021-22 y el entrenador actual agita un árbol con frutos poco sabrosos. Su Barça es una ruina de equipo, nada que ver con el Barça de 2015 que ganó la Liga, la Copa y la Champions. Xavi levantó las tres copas. Este año, con suerte, ganará la Europa League.

El pasado 7 de marzo, Laporta prometió que el Barça volvería a ser el mejor equipo de Europa. Casi un año después, en el Camp Nou todo es improvisación en un club que suerte tiene de algunos ejecutivos como Mateu Alemany y Ferran Reverter. Porque el nivel de los directivos es preocupante, similar al del equipo, y es que el círculo virtuoso de Laporta de 2003 es ahora un círculo vicioso. Mal asunto.