A medida que pasan los días y los partidos, hay cosas que, por más inexplicables que parezcan, acaban siendo una realidad. En el FC Barcelona estamos siendo testigos de una situación que, si nos lo comentan el verano pasado, hubiéramos creído que eran las elucubraciones de un chiflado o un loco de remate. Y no estamos hablando de la marcha de Messi entre lágrimas, la salida precipitada de Griezmann en el último segundo, la retirada del mundo del fútbol del Kun o la renovación a la baja de Umtiti hasta el 2026, sino del cambio radical de roles que han sufrido los De Jong desde la llegada de Xavi.
En tono un poco burlesco, y con mucha mala baba, se decía que había dos De Jong en el Barça: el bueno, que era Frenkie, y el malo, que era Luuk. Pues bien, a día de hoy, ya son pocos quienes se atreven a acuñar este término, dado el bajo rendimiento del centrocampista y el altísimo del atacante en estas últimas semanas.
El delantero del Sevilla, que llegó casi de refilón, concretándose su fichaje de madrugada, y por una petición expresa de Ronald Koeman, parecía tener los días contados desde el aterrizaje del técnico egarense. Tanto es así que estaba en todas las quinielas para buscarle una salida en el mercado de invierno, contemplándose incluso que acabara la temporada cedido en el Cádiz, operación que al final se acabó frustrando por la negativa del jugador.
Este desgarbado holandés, todo potencia física y capacidad de juego aéreo, parecía el menos indicado para desenvolverse en el juego posicional, donde se necesitan delanteros que sepan atacar el espacio, dividir el juego y asociarse con los compañeros. En cambio, Memphis Depay parecía contar con todas las cualidades innatas para salir airoso del envite.
Pues bien, dos meses después de la llegada de Xavi, el orden de los factores ha cambiado el producto. Ahora mismo, Luuk es el delantero titular indiscutible, gracias a su profesionalidad, capacidad goleadora, inteligencia y sacrificio en el campo. Suma tres goles en sus tres últimos partidos y se ha ganado seguir en el Barcelona hasta el 30 de junio.
Mientras que Memphis está en el escaparate, tras mostrar una indolencia preocupante en sus últimas apariciones, incapaz de entender ni asimilar el juego de posición y con unas deficiencias tácticas sonrojantes. Tanto es así que ahora mismo, el Barcelona estaría dispuesto a abrirle las puertas a una salida en forma de traspaso: se considera abiertamente que Memphis tiene un corto recorrido en el club (sólo ha firmado hasta el 2023).
Pero si Luuk es una de las sorpresas agradables de la temporada, su compatriota y con análogo apellido, Frenkie, se ha convertido en el reverso de la moneda. Desaparecido en el campo, sin asumir su rol en la medular, con pobres números e inmerso en una crisis galopante de identidad, ahora mismo está en el disparadero.
Y lo peor aún está por llegar, porque el bueno de Frenkie se había beneficiado de la lesión de Pedri y la bisoñez de Nico y Gavi para seguir apareciendo en el once titular. Sin embargo, ahora, con el regreso del canario y la consolidación de los dos chavales, que han reventado de tal manera la puerta del primer equipo que pronto tendrán ya ficha de ‘grandes’, la presencia de Frenkie corre peligro, siendo muy generosos.
Tanto es así que los técnicos ya le han enviado un claro ultimátum al holandés: o das un paso adelante en los próximos meses o tendremos que reconsiderar tu situación dentro del club. El problema principal con Frenkie es que nadie sabe qué le pasa: ni el jugador, ni los técnicos ni sus compañeros. Esta falta de información impide a los protagonistas coger el toro por los cuernos para revertir la situación. De ahí que el centrocampista holandés esté cada día más cerca del abismo.
Lo que está claro es que pocos se atreven ahora a utilizar los términos de bueno o malo para diferenciar a los De Jong, más que nada porque abriría las puerta directamente a la confusión. Entre estas dos aguas se ha ido moviendo la operación Morata, con el inconveniente añadido de que es propiedad del Atlético, pero está cedido a la Juventus hasta final de temporada, por lo que se ha de negociar a dos bandas.