A estas alturas de la temporada, con el Barcelona eliminado de la Champions y a 16 puntos del líder en la Liga, ha llegado el momento de exponer algunas cosas que piensa Xavi Hernández, pero que el técnico prefiere ocultar, porque ante todo es una persona de club y que ama el Barcelona desde lo más profundo de su corazón.
Lo primero es que cuando aceptó el cargo ya sabía de primera mano el atolladero donde se metía -había hablado con más de un capitán para realizar una composición de lugar de la plantilla y el vestuario-, pero cuando aterrizó se encontró una situación mucho peor de lo descrito de antemano. Ya desde los primeros entrenamientos se dio cuenta que algunos jugadores de la plantilla, no sólo no tenían nivel Barça, que siempre busca la excelencia, si no que era absolutamente imposible reconducirlos, porque a la falta evidente de talento se le sumaba un compromiso justo con el trabajo.
Evidentemente, como hombre de club, Xavi siempre salió públicamente a defender a su plantilla y a enviar mensajes optimistas, pero era plenamente consciente que estaba jugando con fuego y que se podía acabar comiendo sus palabras, porque el nivel de la plantilla era muy inferior al esperado.
Si a esta primera decepción, que Xavi nunca reconocerá públicamente, se suma una serie de desaciertos y errores flagrantes en algunos departamentos del club, especialmente dentro de los servicios médicos, con jugadores como Ansu Fati, Sergi Roberto o Pedri, recayendo una y otra vez, en una espiral interminable, y a la preparación física, donde más de un jugador estaba totalmente fuera de forma, nos encontramos ante la tormenta perfecta.
Mayor agravio, si cabe, ha sido constatar un desequilibrio en la plantilla tan desconcertante como impropio de un club de elite. No tener ningún delantero ‘top’, cuando se te ha marchado tu número uno, que garantizaba un mínimo de 40 goles por temporada, es un insulto al sentido común. No tener un relevo para Jordi Alba en la banda izquierda y contar con Dest y Mingueza, dos jugadores de perfil bajo, en la derecha, son otros errores que han dejado al equipo desnudo.
A Xavi, que lleva sólo cinco partidos al frente del Barcelona, le queda un arduo trabajo por delante. Tras el partido ante el Bayern, su discurso optimista varió con realista crudeza. El Bayern, sin necesidad de humillar, volvió a dejar en evidencia al Barcelona. Xavi ya habla sin tapujos de refundación, consciente que no puede poner más tiritas, ni tapar las vergüenzas de algunos de sus jugadores.
“Empieza una nueva era, hemos tocado fondo”, anunció el miércoles Xavi, primero a sus jugadores en el vestuario y luego públicamente en rueda de prensa, tras la derrota y eliminación de la Champions. Una nueva era en la que ya lleva semanas trabajando sigilosamente con Mateu Alemany y Joan Laporta. La actual plantilla no se parecerá en nada a la del año que viene. Ni en talento ni en ambición. Tiempo al tiempo...