Me encanta este culé que hoy en día confía ciegamente en las palabras de Xavi, siempre llenas de ilusión, aliñadas de esperanza y cocinadas en el fuego del optimismo. Aplaudo a este culé que después de una derrota en casa, como la sufrida este sábado ante el Betis, en lugar de caer en el abatimiento bebe gin tonics de euforia y alcanza niveles de fantasía que solo acostumbraba a tener cuando estaba el que ya no está, el mismo que dejamos marchar a París cuando él quería quedarse en Barcelona.

El post del Barça-Betis dejó un sabor agridulce en muchos barcelonistas, pero no en otros culés que en épocas recientes lo maldecían todo. Hoy, ellos aceptan con resignación cualquier resultado. Son defensores de todo lo que hace la directiva, el entrenador y hasta los jugadores porque han recuperado su moral y destilan una confianza inusitada en que todo va por el buen camino y, si no, confían en que pronto se verán mejores resultados.

Nada les hunde. Todo es positivismo. Es el tipo de aficionado que desearía tener siempre un club, ese que aún en la derrota conserva las ganas de cantar que “ser del Barça és el millor que hi ha”, como lo hizo ante el Betis una parte de la grada. Fueron en el pasado reciente críticos feroces. Tenía el Barça el mejor elenco de goleadores pero si no marcaba en Anfield Road o en Roma la culpa era del entrenador. Hoy la respuesta es “el fútbol es así”.

Toda una ovación por este cambio que se ha dado en el entorno del Barça, que hoy reclama paciencia con el entrenador y los jugadores. No importa que el equipo esté a 16 puntos del líder y en el séptimo lugar. No asusta nada.

Ni siquiera el Bayern Munich, próximo rival que espera en su feudo ser el verdugo del Barça en la Champions. “Para este partido a Xavi no le hace falta motivar a los jugadores. Saldrán motivados porque son profesionales”, se escuchó ayer en las ondas. Está hinchado de optimismo el Barça pero le falta el gol. Es fantástico sentir tan buenos deseos, y qué bonito sería que el equipo correspondiera a toda esta nueva culemanía.