El Barça de la nueva era es muy frágil. Sin Messi, solamente un jugador es capaz de marcar las diferencias: Ansu Fati. Sin su genialidad, el Barça no da miedo y sus compañeros se vienen abajo. En Balaídos fue sintomática la doble cara del equipo con el joven bisauguineano en cancha. Con Ansu, el equipo de Sergi Barjuan fue alegre y feroz al mismo tiempo. Tres goles en 45 minutos y grandes sensaciones tras una racha complicada. Sin el 10, el Barça se desmoronó, perdió pegada y seguridad. La incomunicación en el medio, sumada a la endeblez defensiva, resucitaron la mediocridad de un equipo inmaduro, que está en plena adolescencia. 

Curiosamente, los más jóvenes son los que marcan la diferencia. Además de Ansu, hay que remarcar el papel brillante de Nico González, sobresaliente. El hijo de Fran es un futbolista de presente y mucho futuro. Con técnica, físico, velocidad, conducción, incluso regate, también tiene la cabeza muy bien amueblada y se perfila como la punta de lanza a la que debe agarrarse Xavi Hernández para empezar a construir. Se notó la ausencia de Ansu en el segundo tiempo, pero en cuanto se lesionó Nico el Barça ya se terminó de hundir. 

Tres goles de ventaja que fueron igualados por el Celta y la cosa pudo ser peor si Hernández Hernández no hubiese anulado otros dos tantos del conjunto celtiña. Es imperdonable para todo un Barça. El problema es que ya no somos el todopoderoso Barça de antes, sino un Barça de muchachos prometedores y veteranos que dan sus últimos coletazos mientras planifican su futuro lejos de los terrenos de juego. Se acaba el chollo de las vacas sagradas y la clase media que simbolizan jugadores como De Jong, Memphis o Lenglet haría bien en fijarse más en las agallas de esos teenagers con acné que en las directrices de los que ya son un quiero y no puedo. A sus espaldas dejan un cementerio de entrenadores --Koeman, Setién, Valverde-- y de ridículos históricos, sobre todo en Europa, donde se eleva la exigencia. 

La revolución de Xavi pasa por los jóvenes. Los PedriGavi, Araujo, Mingueza, Balde, Nico y Ansu son la verdadera esperanza de un Barça que requiere mucha paciencia porque está en plena pubertad. Una idea con la que comulga Joan Laporta, que ofrecerá al egarense un trato muy diferente del que propició a Koeman. En caso contrario, los mismos medios que demonizaron al holandés, le saltarán a la yugular.