Tras once meses, Ansu Fati vuelve convencido de que se quiere comer el mundo. Es joven pero tiene la cabeza en su sitio y los obstáculos con los que se ha encontrado por el camino, todavía lo han hecho más fuerte. Ante las adversidades, se crece. No es gracias a Koeman que hemos conocido a Ansu. Quiero recordar que el mismo holandés aseguraba este verano que necesitaba a un centrocampista y de contar con los 'nuevos galácticos' del PSG, Ansu estaría chupando banquillo. Pero ha sabido aprovechar la oportunidad.
Tampoco le han puesto las cosas fáciles sus lesiones ni la 'mala pata', y nunca mejor dicho, que ha tenido con su operación. Una infección en el quirófano le llevó a plantearse su futuro y, con esfuerzo y también suerte, ha conseguido sobreponerse a una delicada situación que le hubiera condicionado su carrera lejos del césped. Pero, nuevamente, Ansu ha salido al paso.
La foto ante el Levante, siendo la 'enxaneta' improvisada de su equipo, alzando el puño y celebrando la victoria puede ser el símbolo de un Barça que necesita agarrarse a nuevos referentes. La marcha de Leo Messi, incluso lo dicen los psicólogos, ha supuesto una ruptura sentimental, la pérdida de amor hacia algo muy valioso. Los azulgranas lo necesitaban y Ansu está preparado para liderarlo. Desde asumir la simbología del 10, a pedir la pelota, liderar el uno contra uno y encarnar, de nuevo, la filosofía que el club necesita para seguir alimentando su afición. Muchas cosas buenas se dirán ahora de Ansu Fati. Y si bien es cierto que en su día también se dijeron de Munir o Sandro, el nuevo 10 marca unas diferencias que, para su edad, sólo son comparables a las de Messi. Y no, tampoco se trata de bautizarlo como 'el nuevo... Messi'.