Cuesta creer que la junta directiva del Barça presente esté pensando en ofrecer un contrato de renovación a Ronald Koeman en el que no solo le exigirá resultados, sino también buen juego y que, además, cuente con Riqui Puig

Se me antoja pensar que las dos primeras exigencias son de las que no hacen falta escribir en un papel, pero la de imponer a un determinado jugador me parece una exageración fuera de lugar. Y en el supuesto caso que sea verdad, Koeman esté dispuesto a pasar por el aro. Un entrenador tiene que sentirse dueño absoluto de sus decisiones para poder gobernar un vestuario en el que conviven jóvenes promesas, estrellas cotizadas y jugadores veteranos que están pegando sus últimas patadas al balón. Si se trata de una filtración interesada para probar hasta dónde dura el aguante de Koeman resulta una estrategia impropia de un club como el Barça, que se enorgullece de sus valores. 

Koeman merece el mayor de los respetos por lo que su nombre significa en la historia del Barça. Y digo que cuesta creer semejante noticia porque cualquiera que se jacte de ser un fiel seguidor de la religión cruyffista --y el presidente del club lo es-- conoce perfectamente que no hay ningún salmo en esa biblia que aconseje la injerencia directiva en el vestuario. Y creo que es preciso recordar que Johan Cruyff, en sus tiempos de entrenador del Barça, mantuvo un fuerte pulso con el presidente Josep Lluís Núñez, que por aquel entonces pretendía intervenir en algunas decisiones del técnico. Y una de las primeras decisiones de Pep Guardiola cuando se hizo cargo del primer equipo fue poner un cerrojo en la puerta del vestuario para que no entrara ningún directivo. De ahí, que permítanme ser incrédulo ante semejante noticia dada a conocer por el entorno periodístico más próximo a la nueva junta.