Gerard Piqué se ha hecho con los derechos de la Ligue 1 para España. Así, los vendió a Telecinco domingo pasado con el debut de Messi y, en paralelo, hizo una retransmisión en el Twitch de Ibai Llanos. Por cierto, no se trata de ser un boomer o tener un criterio diferente, es una realidad objetiva que la retransmisión de Llanos fue aburrida a morir. Tanto que ni te daban ganas de tomarte una Pepsi cuando la anunciaron durante una pausa.

Volvemos al tema: Piqué compra los derechos de una liga insignificante que tiene como único atractivo Messi y el PSG, en este orden concreto. Y a partir de aquí, es extraordinario observar cómo pintan al central de gran magnate, ahora también de la comunicación. Nada de todo esto. Los derechos de esta liga son de los más baratos que hay y los compró a precio de saldo porque no había nadie, de peso, interesado en adquirirlos. Pequeña inversión que, si sale un poco bien, perfecto. Y si no, Piqué alimenta el ego de gran empresario y maquilla sus fracasos.

Porque debemos desmitificar y decir las cosas por su nombre. Ninguno de los negocios que hasta ahora ha hecho ha sido capaz de prosperar con éxito. Fracaso de Copa Davis, de hamburguesas ecológicas, de juegos virtuales y de un reportaje del vestuario azulgrana que no han mirado ni las familias de los propios jugadores. El interrogante sobre la prosperidad del Andorra de fútbol sigue allí.

A todo ello, un último detalle: Piqué, en algunos momentos, ha ido faltado de líquido (económicamente hablando). Nunca se le ha ocurrido pedirle un favor de este talla a Shakira. La cantante colombiana lo quiere mucho pero viendo los precedentes de su pareja en los negocios, prefiere separar la economía del amor.