Campeón de Liga de fútbol femenino, de baloncesto, de balonmano, de hockey patines y de fútbol sala. Menos el equipo masculino de fútbol, el Barça ha sido el gran dominador de los deportes de equipo de España. El legado de Bartomeu, al menos en el Palau, no es tan dramático como en el Camp Nou y sorprende que Laporta arrase con casi todo en las secciones más exitosas: balonmano, fútbol sala y fútbol femenino.
El despido de tres técnicos que han ganado la Liga contrasta con la continuidad de Koeman, un entrenador que tampoco es del agrado de Laporta pero que seguirá en el Camp Nou por los problemas económicos que arrastra la entidad. Tras el fiasco del equipo de fútbol en la Liga, las secciones deportivas han cerrado un curso brillante, diseñado por Bartomeu y celebrado, con su habitual efusividad, por Laporta.
Laporta se la juega en el Palau, un escenario en el que sufrió más de una bronca en su primera etapa como presidente del Barça. En el baloncesto sacrificará algunas piezas para reducir la masa salarial, pero el equipo continuará siendo competitivo. En el fútbol sala también habrá rebajas tras un curso con muchos altibajos. Mucho más arriesgada es la revolución en el equipo de balonmano, activada desde el odio y no desde la necesidad.
El gran problema del Barça, sin embargo, radica en el gran coste de su plantilla de fútbol. Y ahí Laporta sí es prisionero de la herencia de Bartomeu. A la espera de la ansiada renovación de Messi, el club sufrirá de lo lindo para soltar lastre. Pocos futbolistas son intocables y mucho menos con la que está cayendo, pero el problema radica en dar salida a muchos jugadores que cobran mucho y rinden poco.
El futbolista, por naturaleza, es egoísta. Poco compromiso tiene con el club que le paga. El caso más doloroso es el de Umtiti, quien firmó una renovación al alza cuando su maltrecha rodilla ya daba síntomas de debilidad. El defensa francés, que se negó a ser operado como recomendaban los servicios médicos, ya no tiene nivel para jugar en el Barça, pero cobra como una estrella. Como para jugar ya no está, solo le interesa cumplir un contrato muy generoso que no le pueden pagar en ningún otro club.
Laporta, de momento, busca una salida pactada, pero no es de extrañar que apriete las tuercas en un futuro próximo. El Barça no está para bromas. Su economía es de guerra. No hay dinero para fichar y ha sufrido para pagar los salarios del curso pasado. De momento, casi nadie se mueve del Camp Nou para desesperación del presidente y su junta directiva, que arrasaron en las elecciones del 7 de marzo pero no tenían plan alguno para reactivar al club.