“Creo que, estructuralmente, el equipo, el club, necesita cambios de todo tipo porque ya no es la primera, ni la segunda ni la tercera vez. Creo que nadie es imprescindible. Yo soy el primero que me ofrezco. Si debe venir sangre nueva para cambiar esta dinámica soy el primero en irme porque creo que hemos tocado fondo. Hay que hacer un análisis profundo interno y decidir qué es lo mejor para el Barça”. Estas palabras fueron pronunciadas por Gerard Piqué hace 9 meses. Concretamente, el 14 de agosto de 2020. Desde entonces, se destituyó al entrenador, Quique Setién, se fulminó al director deportivo, Eric Abidal, el presidente dimitió y se convocaron elecciones anticipadas. Pero la columna vertebral del equipo se ha mantenido.
Releyendo las palabras de Piqué uno podría tener la sensación de que los futbolistas son muy conscientes de los males del equipo y de que, si se les solicitan renuncias, tendrán buena predisposición. Laporta ha diagnosticado públicamente el fin de ciclo, algo que también hizo Bartomeu después de la debacle de Lisboa, y ha anunciado una profunda renovación que, probablemente, empezará por el banquillo, porque siempre es más fácil cargarse a uno que a 21.
El club acaba de pedir un nuevo crédito de 500 millones de euros que serán conseguidos por Goldman Sachs. Esta medida debería ir acompañada de una rebaja salarial. Los jugadores deberían ser conscientes de que el club ha dejado de ingresar 550 millones por la clausura de sus instalaciones en estos últimos 15 meses y sus salarios son insostenibles. Es la hora de que Laporta demuestre la determinación y el liderazgo de los que hizo gala durante la campaña electoral. Bartomeu se enfrentó a los jugadores imponiendo una rebaja salarial del 12% por los efectos de la pandemia en la temporada 2019-20 que acabó con el sonrojante 8-2 frente al Bayern. Después rompió el núcleo duro del vestuario cargándose a Luis Suárez y Arturo Vidal y le acabó costando el cargo.
Todo indica que el club hará todos los esfuerzos posibles y más para conseguir la continuidad de Messi, las vacas sagradas seguirán gozando de inmunidad, se cambiarán algunos suplentes y al final el que pagará el pato es Koeman.
Sería un error que los cambios fueran solo accesorios porque eso supondría mantener los problemas estructurales que se arrastran hace dos o tres temporadas. O se coge el toro por los cuernos o el giro será de 360 grados. Es decir, acabar en el mismo sitio en el que está.