La Liga está al rojo vivo. El Barça de Koeman vuelve a ganar sufriendo, pero no muestra síntomas de fiabilidad y fortaleza. La defensa hace aguas en muchos momentos y el espíritu competitivo que llevó a levantar la Copa ya no reluce como antes. El batacazo contra el Granada fue un signo evidente de relajación excesiva. Contra el Valencia, un regalo en forma de penalti de Lato metió al equipo en el partido; llorando. Messi falló un penalti, y consiguió marcar después de un recital de rebotes para ni siquiera celebrar el gol. Fue una victoria tremenda, fraguada sobre todo en la fe de dos jugadores incansables: Griezmann y De Jong. Sin embargo, las sensaciones no invitan al optimismo.
Quedan cuatro finales. La más importante, el sábado que viene contra el Atlético, puede poner la Liga en bandeja al Real Madrid. El Barça tiene la obligación de ganar, pero si lo hace y el equipo de Zidane también suma cuatro victorias, el título volverá a ser de color blanco. Ahora las dudas recaen en Koeman: ¿Podrá sentarse en el banquillo frente al Cholo Simeone? ¿Por qué jugadores apostará después de unos partidos donde ha modificado el once tipo por el que se venía decantando? Un nombre destaca por encima del resto: Ousmane Dembelé.
Da la sensación de que Laporta ha metido mano en el caso Dembelé. La falta de renovación por parte del galo hace pensar que querrá apurar su último año de contrato en Barcelona para poder marchar gratis en verano de 2022. Al menos, esa es la estrategia de su agente. Y quizá sea ese el motivo que ha llevado a castigarlo en las últimas jornadas. Es el hombre más desequilibrante del equipo junto a Messi y ha demostrado tener capacidad para decidir partidos. No tiene sentido que se quede sin jugar ni un minuto en Mestalla, a menos que se sigan silenciando sus molestias en el pubis.
Ya van cinco partidos consecutivos sin ser titular y solamente ha participado como suplente en tres de ellos por un total de 30 minutos. Un absurdo si se tiene en cuenta que antes de la final de Copa encadenó 23 partidos jugándolo prácticamente todo. Pero si escuchamos sus últimas declaraciones, da la sensación de que la cosa se puede poner fea: "Soy feliz en el Barça pero ya veremos qué pasa con mi futuro".
Un pulso en toda regla, donde Laporta quiere una renovación y amenaza con dejarlo un año entero en el banquillo si no pone de su parte. La otra alternativa es meterlo en la operación para fichar a Neymar este verano y, así, contentar a Messi. Lo que no hizo Bartomeu.