Leo Messi es dueño de la última pelota. De una pelota decisiva para su futuro. Y tiene, como mínimo, dos opciones. La más golosa pasa por aceptar la propuesta indecente del PSG y mantener su actual status económico. La más conservadora, y deseada en Barcelona, pasa por reducir su salario a la mitad y prorrogar su contrato con el Barça. Más dinero o One club man. Esta es la cuestión.
El futuro de Messi es el gran enigma. El pasado verano, Leo quiso romper con el Barça y exigió su salida con un burofax que dinamitó las estructuras de un club en quiebra. El astro argentino estaba harto de Bartomeu y la decadencia de un club sin rumbo ni modelo. El incendio fue mayúsculo y precipitó la caída del presidente y la convocatoria de nuevas elecciones.
El Barça de principios de 2021 tenía muchas similitudes con el Barça de 2003. Con el Barça de Gaspart. Entonces, el equipo de fútbol era una ruina, con muchos futbolistas mediocres. El de hace unos meses tenía mucha más calidad, pero estaba viciado y descompensado. En ambas ocasiones triunfó Joan Laporta, el candidato perfecto en tiempos de zozobra, y el nuevo presidente proclamó su total devoción por Messi. Sin matices. A saco.
Messi, con una familia muy arraigada en Barcelona, se dejó querer. Hablar casi no habla, pero todos interpretaban sus gestos en el campo. Sus celebraciones de cualquier gol. Su participación en el proceso electoral. Y esperó a Laporta, que la pasada semana contactó ya con su padre y representante, Jorge Messi, como desveló el periodista Xavier Torres en TV3.
Laporta está convencido de que seducirá a Messi. Le ofrece dos años más de contrato, terminar su carrera deportiva en Estados Unidos y un cargo en la estructura deportiva del Barça en un futuro a medio plazo. Leo, no obstante, tendría que reducirse su salario y, hasta ahora, no ha dado síntomas de mucha generosidad.
Messi, el mejor futbolista del mundo de la última década, siempre ha cobrado como tal. Normal, por otra parte. Pero no fue demasiado generoso con el recorte salarial que pidió Bartomeu a su plantilla para paliar los efectos del coronavirus. El argentino intentó escaquearse hasta el final, convencido de que él comía aparte. Su nula sintonía con el expresidente no ayudó. Y hubo mucho fuego cruzado.
Ahora, el PSG le ofrece el mismo salario que percibe en el Barça. Incluso podría mejorarlo. También le tienta con jugar al lado de Neymar, pero parece que el brasileño sería más feliz si ambos se reencontraran en Barcelona. En Francia, en una liga mucho menos competitiva que la española, tendría menos desgaste y, posiblemente, el reto de liderar la primera Champions de la historia del club parisino.
La posibilidad de seguir en el Barça también tienta a Messi, quien visualiza el inicio de un nuevo ciclo con futbolistas muy jóvenes y hambrientos, como Pedri, Ansu Fati, Ilaix y De Jong, entre otros. También ayuda su buena conexión con Koeman, un técnico que tal vez no seduce con sus planteamientos tácticos, pero que es claro y directo en su relación con los futbolistas. La posibilidad de cerrar su círculo virtuoso en el Barça no es poca cosa para Messi, quien deberá elegir entre dinero o fidelidad a unos colores. La pelota está en su pierna izquierda. La más prodigiosa del siglo XXI.