El barcelonismo vuelve a sonreír. Los derrotados en las elecciones están por la paz. Los ganadores están eufóricos. Messi está dándolo todo en el campo y también ha recuperado la cara de los domingos de antes de la pandemia, cuando el personal se preparaba para pasear sin mascarilla, podía desplazarse a cualquier lugar sin mirar el mapa de restricciones, y nadie hablaba de bombolles ni de distanciamientos. Los que no veían proyecto alguno en este Barça, ahora ven algo más, y ya aseguran que el argentino decidirá quedarse.
Los que no creían en Ronald Koeman empiezan a aplaudir las decisiones del técnico holandés que fue el primero en dar ejemplo a los jugadores a la hora de rebajarse los sueldos. Los que creían que Koeman no rechazaba la cantera porque había abierto las puertas a Riqui Puig ahora tuercen el rabo. Los que mal hablaban del resultadismo o no daban su brazo a torcer porque el equipo había cambiado su ADN (benditas siglas) ahora aplauden la estrategia efectiva de los tres centrales que se ha sacado Koeman. Los que decían que el equipo estaba falto de puntería ahora miran los números y ven que el Barça es el equipo más goleador de la Liga. Los que aseguraban que Busquets estaba para jugar partidos de veteranos al menos ya se han quedado calladitos al comprobar la eficacia y necesidad del '5' catalán.
Los jugadores del Barça celebrando un gol en Anoeta / FCB
Los que señalaban al equipo de pequeño ahora ya lo ven haciendo el doblete de Copa y Liga. Es el retorno a la felicidad del barcelonismo, que aborrece el parón liguero porque veía que su equipo estaba en plena racha victoriosa. Y es que en el fútbol solo hay una verdad, la que dice que el aficionado es feliz solo si su equipo gana. De penalti, en el último minuto, al contraataque, con autogol o con una exhibición de resultado tenístico como la del domingo en San Sebastián.