No se trata de justificar una agresión, pero tampoco podemos condenar a un jugador históricamente ejemplar, como es Leo Messi, sin hacer el esfuerzo de entender el lado humano que lleva a cometer un error. En Madrid ya se empeñan en demonizarlo, pero la realidad es que el astro argentino fue agresor después de ser víctima de un aluvión de provocaciones constantes que también deben ser denunciadas porque no hacen ningún favor al buen nombre del fútbol ni honor al juego limpio.
Habrá quien piense que la provocación forma parte del juego, pero es de lo más sucio que se puede ver en un campo. Recurrir a fórmulas poco deportivas para sacar a un jugador del partido, es decir, para impedir que haga lo que todos intentan hacer, que no es más que tratar de jugar bien al fútbol, es feo. Y lo es especialmente cuando se hace sin recurrir a medios deportivos, sino al juego subterráneo. Es una falta de respeto que está casi al nivel de la agresión. Al menos, en lo moral.
Es lamentable que todo el mundo se cebe con Messi y nadie hable de la deplorable actitud que tuvo Asier Villalibre previamente al golpe que le propinó Leo. En una acción de ataque, en que el genio rosarino pasó el balón y se dirigía hacia la zona de peligro para poder intervenir nuevamente en la jugada llegando desde atrás --cómo hace siempre--, Villalibre se cruza deliberada e intencionadamente en el camino de Messi para cortarle el paso. Le quiere impedir que avance, pretende evitar que siga la acción y Leo lo único que quiere es jugar.
Ante esa obstrucción, que no me cansaré de decir que es totalmente buscada y no tiene justificación ya que el balón está alejado y lo normal sería que el jugador se centre en vigilar la pelota y no a un futbolista que en ese momento se encuentra lejos de la misma, Messi se quiere quitar al jugador de enmedio para seguir su camino. Y en ese momento, expirando el segundo tiempo de la prórroga, después de un partido donde un buen puñado de jugadores estuvieron propinándole pataditas, golpecitos, recados físicos y verbales de todo tipo, el astro argentino explota y se equivoca al soltarle un golpe. Es un error, fruto de una provocación reiterada que el árbitró no advirtió pese a las también reiteradas quejas de Leo, que llegó a encararse con un desacertado Gil Manzano.
La acción, salvando distancias, recuerda mucho al cabezazo de Zidane a Materrazzi en el Mundial de Alemania 2006, que ganó Italia. El crack francés estalló ante las sucias provocaciones de Materazzi y su acción no es justificable, pero tampoco se debe aplaudir el juego rastrero de un futbolista que intenta sacar de quicio a su enemigo recurriendo a insultos y faltas de respeto, algo más propio de una pelea callejera. Las dos acciones son inmorales, pero el que empieza en estos casos no es el agresor, sino el provocador. Y hay que denunciar este tipo de actitudes.
Messi estuvo a punto de agredir también a Dani García, otro jugador que lo estuvo buscando constantemente. Fue una jugada similar, donde Leo simplemente quería participar del juego y Dani fue directo a impedírselo sin pretender jugar el balón. Y en ese momento, chocan y Messi hace un gesto como de golpearle, aunque no llega a hacerlo del todo. Aún así, García cae al suelo tras el impacto y se empieza a retorcer de dolor fingido, como si Messi le hubiese agredido. Es obvio que los leones buscaban eso, sacar a Messi del partido. Y Leo no fue todo lo listo que acostumbra, se dejó llevar por el fragor de la batalla y cayó en la provocación. Un error que será castigado, pero no debe ser duramente sancionado.