Messi parece otro, Messi vuelve a sonreír, Messi ha recobrado la puntería, Messi ya vuelve a marcar de falta directa, Messi está luchando por otro pichichi, y Messi ha encontrado en Pedri un nuevo socio. Cierto. El crack ha cambiado. Ofrece una cara diferente a aquella que mostraba después del burofax que Josep María Bartomeu envió directamente a la papelera. Algunos aseguraron que se había quedado en el Barça a disgusto, y entró en una fase en la que sus pases que eran medidos acababan siempre en los pies de un rival. Cambió tanto que aquellos disparos a portería perfectos, medidos, no rozaban los postes, ni hacían temblar las manos de los guardametas.
Durante muchos partidos de este campeonato, Messi no fue Messi. Era cierto. No sonreía, estaba distante. Hasta nos hizo pensar que había dejado de disfrutar con el balón, ese juguete con el que siempre se sintió feliz. O esa camiseta azulgrana, a la que tantas veces ha besado, ya le estaba produciendo urticaria. En todo ese tiempo en el que Messi no era el mismo, Ronald Koeman no dejó de apoyarlo, siguió hablando de su confianza en el argentino, confesaba que en los entrenos demostraba entrega y ganas. Koeman nunca dudó de él. Lo mantuvo en el equipo, le dio vacaciones extras en Navidad. Lo mimó. Y él regresó satisfecho de su Argentina, ya no se sintió culpable de todo lo malo que pasa en el club. Cambió. ¿Pero cuántos de ustedes pagarían por saber las razones del cambio? ¿Por qué ha superado la ausencia de su compadre Luis Suárez? ¿Por qué ha vislumbrado un proyecto sólido en el club con Pedri, De Jong y Démbélé? ¿O por qué ya no le quita el sueño lo que hará en junio, porque ya tiene más que decidido su futuro fuera del club de su vida? Dentro de unos meses lo sabremos.