Los jugadores del Barça llevan tiempo viviendo en una posición muy cómoda. Son los héroes de las victorias y cuando pierden se les exculpa, trasladando la causa de las derrotas a la directiva, a la planificación deportiva, al entrenador o al dibujo táctico. Esta teoría ha estado abonada por una parte de la prensa y el entorno que centraba sus disparos contra el palco por intereses electorales. Ha sido un gran refugio de las vacas sagradas que han ido perdiendo su grado de compromiso sin que les haya pasado factura. Pero a tenor de sus diagnósticos ellos son mucho más autocríticos.
Cuando el Barça perdió la liga post confinamiento al caer derrotado por Osasuna en el Camp Nou, Messi dijo esto: “Durante todo el año hemos sido un equipo muy irregular, muy débil, que le ganan por intensidad, que le ganan por ganas, que nos crean muy fácil y nos hacen gol”. Es grave que el capitán del equipo admita falta de motivación. Algo parecido dijo Antoine Griezmann el martes pasado, tras perder ante la Juventus. “Nos ha faltado todo, ganas, actitud, querer correr, querer defender... todo mal”, y agregó: “La culpa es nuestra, que somos los que jugamos. Hay que querer trabajar y querer jugar. Hay que quererlo todo. Solo con eso vamos a ir para delante”. Es muy grave e intolerable.
En deporte puedes ganar o perder, pero la entrega y el compromiso deberían ser innegociables. En un equipo que viniera de ganarlo todo se podría entender un exceso de confianza o de autosuficiencia, pero es que este grupo viene de hacer el mayor de los ridículos en la Champions frente al Bayern y de completar una temporada en blanco. Deberían sacar el orgullo, el carácter y la profesionalidad. Mientras, el entorno y los medios de comunicación apuntan ahora a Koeman o al dibujo táctico cuando todos coincidimos en que los primeros problemas del equipo son: los errores individuales, la falta de intensidad, la débil mentalidad para superar las adversidades y la ausencia de un líder. Y eso es responsabilidad de los futbolistas, que se sienten intocables.