Es difícil señalar un culpable claro en relación a la derrota del FC Barcelona en Cádiz. El error en cadena de Jordi Alba, con un saque de banda nefasto, de Lenglet con un intento de control de balón todavía peor, y, finalmente, de Ter Stegen, con un despeje lamentable que terminó en gol de Álvaro Negredo es, posiblemente, una de las principales causas que explican el tropiezo en el Carranza.
Seguramente, este es el punto de inflexión que marcó el resultado final del encuentro. Probablemente, sin esa desafortunada escena, el Barça habría ganado. Al menos, estaba haciendo méritos para ello. Pero hay otras causas que explican el trompazo. Para empezar, Ronald Koeman, que se está destapando como un gran gestor de la plantilla en estos tiempos de crisis, acusa una grave dificultad a la hora de solventar partidos que se ponen cuesta arriba. Las soluciones tácticas que propone no suelen funcionar y, por el momento, sus pupilos han sido incapaces de resolver ninguno de los partidos que han empezado perdiendo. Con Koeman hay buenos partidos, pero no hay remontadas. Cuando se encuentra con rivales que plantan el autobús atrás, no llegan las soluciones.
Y luego está el efecto embudo. Una situación del juego que, en buena parte, también es responsabilidad del entrenador. Aunque, principalmente, responde a la planificación de la plantilla, donde tres de los pilares del equipo están habituados a jugar en la misma posición. Ellos son Leo Messi, Antoine Griezmann y Philippe Coutinho, tres futbolistas de gran talento, encuadrados en la posición de 10, y cuya tendencia insuperable es buscar penetrar la defensa rival por el medio.
Aunque es cierto que contra el Osasuna los tres fueron titulares y cuajaron un buen partido, la realidad es que los tres juntos no suelen sintonizar porque esa inercia que tienen encaminada a ocupar la misma posición implica desatender las bandas, un aspecto en el que el gran especialista sigue siendo Ousmane Dembelé en ausencia de Ansu Fati, con el añadido de que tanto Sergiño Dest como Trincao también suman. La cuestión es: ¿Podemos creer en un Barça competitivo de verdad con Messi, Griezmann y Coutinho juntos? Y, en caso de que no sea posible, ¿quién debe quedarse fuera del once? ¿Ha llegado la hora de que Messi deje de ser intocable y empiece a jugar menos minutos? Su juego se ha vuelto terrenal. Tal vez sea el momento de tratarlo como a uno más de la plantilla y retirarle alguno de los privilegios que se ganó durante más de una década.