Que esta vida no es la que era es una verdad absoluta. Como también hay que creer lo que afirmaba ayer The New York Times que en Estados Unidos hay ciudadanos que están alcanzando un estrés desmedido, que el país más poderoso del mundo está enfrentándose no solo a la pandemia, sino que además su economía está cabizbaja, las protestas se multiplican, los incendios no hay quien los apague, e incluso hay ataques a los derechos al voto a pocos días de las elecciones presidenciales. Y todo lo arman ellos solitos. Vaya, que me recuerda al Barça.
Debe ser otro efecto secundario del maldito bicho que afecta a los que todavía no ha contagiado de verdad, pero de momento me ha dejado sin gusto y sin olfato este nuevo modelo adoptado por los socios más emprendedores del Barça y el capitán Gerard Piqué en la previa del duelo contra su principal adversario. En el ambiente azulgrana no hay nada que preocupe más que la fecha de la moción de censura. Parece que si la votación se retrasa quince días, los aspirantes al trono no podrán fichar a Kylian Mbappé y Xavi Hernández tampoco vendrá. Da la sensación que jugar contra el Madrid ya no es importante, aunque ya se sabe que si el equipo pierde será la vuelta al caos.
Y bueno, las declaraciones de Piqué en una entrevista en La Vanguardia seguro que subirá la temperatura febril de algún socio y producirá sonrisas y abrazos, aunque sea con los codos, en los fustigadores de la actual directiva. No pudo elegir mejor día el capitán para, en una actitud que parece encubrir una doble moral, tirar más trapos sucios sobre la directiva que le acaba de renovar hasta que cumpla 37 años. Pero tiene razón. A él, y a otros de sus compañeros, esta directiva les dio la mano y le cogieron el brazo entero. Y riza el rizo cuando asegura que el vestuario tomó el poder porque la jerarquía no lo ejercía.
Recuerdo a Piqué riéndose a carcajadas y reconociendo, en el primer MatchDay producido por BarçaStudios, que el equipo se saltó a la torera una orden de Ernesto Valverde de no acudir a una fiesta. Cierto, un técnico con más carácter habría comunicado a la jerarquía la indisciplina y la directiva habría sancionado al empleado. En otros tiempos Piqué se habría explayado hablando del clásico y del enemigo. Esta vez, solo dos frases.
Que no, que no, que ya nada es como antes. Y para colmo en el Congreso español surge un sujeto que dice que con Franco se vivía mejor, y también desde Madrid resucita un SS para acribillar a la nueva joya del barcelonismo (Ansu Fati) con un lenguaje racista. Cómo echo de menos aquellos tiempos en los que Mourinho, entrenador del Madrid, nos calentaba el clásico. Hoy ya no hace faltan enemigos vestidos de blanco. Están en casa.