En el todo vale para cargar culpas contra Josep María Bartomeu y su directiva abunda la mala hierba. Después de los goles de Coutinho al Barça en la noche de la pesadilla alemana, y del triunfo del Bayern en la Champions, en la que tuvo un brillo especial un producto de la cantera azulgrana como Thiago, florecieron un montón de oportunistas y de desinformados y malintencionados recordando que el brasileño había sido uno de los fichajes más caros de la era Bartomeu, y que fue culpa de la misma directiva la marcha del canterano. Incluso alguno se atrevió a decir que el Barça tenía que pagarle una cantidad al Liverpool porque Coutinho acababa de ganar la Champions. Mentira.
Bartomeu es capaz de reconocer que la crisis deportiva comenzó con el fracaso de los fichajes de Coutinho y Démbélé. El primero arrancó bien, y el segundo ha tenido mala suerte. Su estadística solo aporta lesión tras lesión. El presidente también ha reconocido que confió demasiado en jugadores a los que quizás había que haber renovado mucho antes pero que por lo que habían ofrecido merecieron
un voto de confianza. Xavi e Iniesta, por ejemplo, vieron a tiempo que ya no estaban para competir al nivel exigido a un club como el Barça, y marcharon. Y de este fracaso no se puede librar la secretaría técnica. De hecho, Abidal ya no está.
Pero hay que ser justos y recordar a aquellos que hoy sostienen que Bartomeu sigue porque se ha escapado de pañoladas y pitos en el Camp Nou, que Thiago se marchó porque quiso y, entre otras cosas, porque no soportaba ser suplente de Xavi. Y que con Coutinho fue una parte del Camp Nou la que dio su veredicto sobre el brasileño, que fue pitado en varios partidos hasta el punto que en uno de ellos Messi hizo gestos de desaprobación sobre esta actuación de algunos aficionados, y al final de otro encuentro afeó la conducta de parte del público con Coutinho. Ya sabemos que los oportunistas siempre han existido y existirán. Los malintencionados, también. Y los desinformados, ni se diga. Y olvidadizos, los hay a montones.