Hoy asistimos a una de las mayores crisis deportivas e institucionales de la historia del Barça. Un equipo endiosado que tantas veces humilló a sus rivales en el pasado y que, contra el Bayern, tomó su propia medicina recibiendo un baño histórico (2-8). En los cuartos de la Champions de la fase final jugada en Lisboa, los azulgranas perdieron hasta la dignidad y firmaron su certificado de defunción. La plantilla murió de éxito y el club está en una situación muy delicada. Toca arrimar el hombro.
La política económica de la entidad entró en una dinámica inflacionista a raíz de la conquista de la Champions de Berlín, en 2015. Se marchó Javier Faus, el vicepresidente económico que chocó frontalmente con Messi por no querer ceder a sus pretensiones salariales, y, desde entonces, el astro argentino y sus amigos han tenido barra libre. Especialmente cuando se marchó Neymar, en 2017.
Jugadores que van de barcelonistas
Si bien es cierto que muchos barcelonistas, y el propio entorno culé, alimentaron el hecho de que Messi merecía ser el futbolista mejor pagado del mundo y cobrar cantidades indecentes de dinero no solo por jugar muy bien a fútbol sino por la dimensión global que otorgaba a la marca Barça, no menos cierto es que la inflación no solamente fue con Leo. Muchos otros jugadores se aprovecharon de la situación, apretaron las tuercas a un club demasiado blando y obtuvieron contratos prohibitivos en cualquier otra parte.
Jugadores que presumen de barcelonismo llevan años de atraco continuado al club, anteponiendo sus intereses económicos personales a la estabilidad de una institución que se exprimió para aumentar los ingresos a cambio de mantener a esos jugadores salarialmente contentos. El Barça rebasó al propio Real Madrid y se convirtió en la entidad con más ingresos del mundo, pero los gastos siguieron subiendo. Actualmente la masa salarial es de 642 millones de euros (con amortizaciones de fichajes incluidas).
Ni Messi ni Suárez defienden
Que Messi tenga un salario desproporcionado o no, es lo de menos, ya que su enorme calidad obliga a darle ese estatus. Pero que sus amigos se hayan aprovechado de esa situación, con privilegios económicos y deportivos –desde hace unas temporadas, Luis Suárez tampoco hace tareas de presión defensiva, y eso que llegó a Barcelona mordiendo–, es lo que ha llevado a hipotecar a un club muy mermado tras el coronavirus.
Ni vendiendo a Arthur Melo por 70 millones de euros a la Juve se lograron cuadrar unas cuentas económicas en caída libre. De los 150 millones de pérdidas que reconoció el club, ahora ya se habla de entre 200 y 300 millones. Si tan culés son, no habrían bajado los brazos para permitir que el nombre de su Barça quedase manchado y asociado a la humillación más patética de la historia de la Champions. Si tan culés son, no habrían puesto trabas para rebajarse un poco sus astronómicos sueldos cuando la necesidad así lo requería.
¿De qué sirve convocar elecciones ahora?
La junta de Bartomeu se ha equivocado en muchas cosas y es normal que ahora sea objeto de feroces críticas, pero de poco servirá una convocatoria de elecciones precipitada que dejaría fuera de juego a proyectos muy interesantes para el futuro del club que todavía están en formación porque no llevan tres años haciendo campaña. Hay que dar margen a todas esas propuestas para enderezar el club sin prisas ni calentones.
A día de hoy, el gran problema no es la directiva, sino la masa salarial de unos jugadores que ya no están a la altura ni merecen lo que cobran. Y no ocurre solo con los futbolistas. ¿Por qué Setién no tuvo la dignidad de dimitir inmediatamente tras el 2-8? ¿Por qué no ha entrado en conflictos como en el Betis o Las Palmas y ha callado cuando aquí le daban por todas partes? Tal vez los ceros de más en su cuenta corriente tengan algo que ver. Mejor esperar a ser despedido y asegurarse cobrar hasta el último euro de su contrato a cambio de salir bien y sin armar escándalos.
El dinero que nubla y pervierte
Y ese es el mismo motivo por el que no dimitió un Valverde totalmente desacreditado después de la debacle de Anfield, mucho más dolorosa que la de Da Luz, aunque mucho menos humillante. Los súper contratos que ofrece el Barça hacen que cualquiera esté dispuesto a poner la cara dos, y tres veces. Que se lo pregunten al propio Abidal, enfrentado con un vestuario del que formó parte y aferrado al cargo. Cuanto más dure la agonía, más tiempo nadarán en la abundancia del oro blaugrana. Al final, el dinero lo pervierte todo, porque todos tenemos un precio.
Con los jugadores pasa tres cuartos de lo mismo. Umtiti logró su renovación dorada y se ha dedicado a vivir del cuento. Hipotecó su rodilla por la patria francesa y el Barça le está pagando la recuperación y la buena vida que lleva en Barcelona, donde se permite estar contagiado por coronavirus a pesar de estar lesionado (otra vez) y de reposo (supuestamente). Aún tiene tres años de contrato.
Umtiti, Jordi Alba, Busquets, Piqué...
Jordi Alba también ganó su particular lotería y empezó a bajar las prestaciones. Le quedan cuatro años de contrato y todo el mundo, afición, analistas, redes sociales, periodistas, coinciden en que hay que jubilarlo. El capitán Leo Messi lo quería a su lado, era uno de sus mejores socios y un buen amigo en el vestuario. Avaló su continuidad, que deberá pagar el club hasta 2024.
Busquets tiene contrato hasta 2023 y lleva ya dos años sin rendir como antaño. Su sueldo es de los más elevados de la plantilla, tras Messi y Luis Suárez. Apodado como “el sindicalista del vestuario” por algunos altos estamentos del club, queda la duda de si peleará por cumplir su contrato o tendrá la dignidad de dar un paso al lado para ceder protagonismo a los jóvenes. ¿Será capaz, como dice Piqué, de renunciar a su enorme salario por amor al club que lo rescató de Tercera y se lo ha dado todo?
...Rakitic, Luis Suárez, Arturo Vidal...
Busquets y Piqué, quien termina contrato en 2022, son jugadores que deben asumir la hora de decir adiós con dignidad, como hicieron los ejemplares Puyol, Xavi o Iniesta. Futbolistas emblemáticos que merecen ser despedidos con todos los honores por lo que dieron, pero que ya deben dejar de chupar del bote.
Messi, Luis Suárez, Arturo Vidal y Rakitic terminan contrato en 2021. El de Leo es un caso a parte y su amigo Suárez tiene la opción de prolongar su estancia un año más, pero no está el horno para bollos. El Barça debe darles --a todos salvo Messi-- la carta de libertad para que negocien contratos en otros clubes por más tiempo y mucho menos dinero al año (es una obviedad que nadie les pagará lo que cobran aquí). El que se quede, carne de banquillo.
Y Messi decide (como siempre)
Estas son las claves de una revolución deportiva que tiene mucho de económica. Si Messi decide seguir, hay que construir un equipo de jóvenes a su alrededor con hambre de comerse el mundo y sin privilegios. Solo así resurgirá el Barça de sus cenizas.