Hace unos días escribí un tuit en el que destacaba dos detalles que había tenido una jornada aciaga del Barça: el gol 700 de Messi en el partido contra el Atlético de Madrid, y una felicitación que el grupo de “Si al futur” envió a la sección de basket por estar en la final de la Liga ACB que perdió con el Baskonia. Subrayaba que dentro del entorno tóxico y acosador que vive el club esos dos hechos resultaban positivos. Y lo decía porque creo que no son tiempos para la confrontación y sí para intentar diálogos de concordia. Me respondió un tuitero asegurando que en la etapa que dirigí la sección de deportes de La Vanguardia yo también formé parte de un entorno tóxico. Lejos de discutir semejante comentario entendí que de lo que se trata es de venganza y no de indulgencia, lo cual me recordó una frase que le he oído muchas veces a Toni Ruiz, uno de los jefes de comunicación del Barça, que ha convivido con todas las presidencias que ha tenido el club desde Josep Lluís Núñez: “El Barça es un monstruo que necesita devorarse cíclicamente”. Y en esa labor andan muchos desde hace años.

La palabra entorno la incluyó en el vocabulario barcelonista Johan Cruyff, uno de los padres de la evolución del Barça hacia el éxito constante, que no es otra cosa que estar siempre luchando por todos los títulos, y este Barça lleva años instalado en la victoria y, en consecuencia, en la elite. Pero está en ese momento en el que ya no son sus adversarios los que desean verlo en la lona, sino especialmente muchos de sus simpatizantes y socios. Y no intentan devorarlo o destruirlo con los colmillos de la verdad sino con las balas de la mentira